Desarrollo deforestal

Los hacendados explican la conveniencia de sustituir los bosques chaqueños por pasturas para ganado, practicándolo con el rito antiguo y aceptado de arrasar y quemar. No lo dicen así, que no es políticamente correcto, sino con un eufemismo lubricante muy en boga: “cambio de uso del suelo”.

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Un ocasional portavoz de los productores rurales se refirió recientemente a este tema formulando una pregunta retórica más o menos en estos términos: ¿Vamos a desarrollar económicamente el Chaco o lo vamos nomás a convertir en un gran museo? El mensaje subliminal es que la conservación de los bienes de la naturaleza y el desarrollo económico son incompatibles. “O ganamos dinero o nos dedicamos al romanticismo”. Los ganaderos desean ver vacas pastando y toros reproduciendo pero no sentarse a la sombra a leer La dama de las camelias o escuchar a la brisa interpretando el Danubio azul entre el rumoroso follaje. Es que todos quieren ganar dinero, incluidos los románticos, sean de la Región Oriental o de la Occidental. “La kuarahy a la plata ndaikatúi remaña hese mucho tiempo”, reza un poético proverbio vernáculo.

Sabiendo que los árboles no se conservan en museos sino en jardines botánicos, hay que interpretar que el aludido habrá querido referirse a estos últimos. Mas, aunque haya creído estar planteando una alternativa ridícula para mejor fundar su posición, sin querer le salió una excelente propuesta, esta de que antes de que se produzca lo ecológicamente irreparable, sería muy inteligente ellos mismos, los ganaderos, creen arboretos, herbarios y colecciones para salvaguardar especies típicas de cada ecosistema de la Región Occidental. De esta suerte, cuando el Chaco haya perdido el 95% de su cubierta boscosa, como ya ocurrió con la Región Oriental, las maestras podrán llevar a los escolares a visitar esas reservas museológicas y enseñarles cómo es un árbol y cómo era un bosque nativo antes del triunfo de la ganadería, así como hacen en los parques temáticos con los esqueletos de dinosaurios.

Pero es mejor no pensar todavía en la creación de jardines botánicos en el Chaco, por no tentar al pájaro de la mala suerte que parece aletear sobre nuestro “Moisés S. Bertoni” asunceno, el que después de haber sido creado con 450 hectáreas, actualmente no llega ni a 250, de las cuales ocupa realmente solo 28. Le fueron mutilando pedazos y repartiéndolos entre Antelco (14 ha), Corposana (7 ha), la Caballería (43 ha), olerías militares (13 ha) y para el Uruguay el “Solar Artigas” (15 ha); mientras que los ocupantes clandestinos se hicieron con otras 18.

Ahora, el Gobierno planea seccionarle una lonja más, de unas 1,6 ha (con impacto directo sobre otras 5), practicando el tajo clásico del jamón ibérico. Se proponen hacer pasar por allí una ampliación vial para mitigar la congestión del tránsito en esa zona. ¿Sí? ¿Por cuánto tiempo? preguntan algunos. Para atenuar la indignación de la gente sensible, prometen trasladar los árboles afectados a otro sitio y devolverle al Jardín el predio otrora tragado por la Caballería, aunque con la merma del barrio San Francisco que, obviamente, es irrecuperable. Parecen bromas. Quizás lo sean. Pero, ¿por qué entonces nadie ríe?

Se hicieron propuestas alternativas a este proyecto, mas, no complacieron a los que cortan el jamón. Es inevitable hacer sacrificios, aseguran. ¡Oh Desarrollo –exclamaría Mme. Roland–, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! ¿Qué otros mordiscos darán después al Jardín Botánico? Porque aún queda el rabo por desollar.

No caben dudas de que, finalmente, en el Chaco las vacas reemplazarán a los árboles y en Asunción las obras viales prevalecerán contra cualquier objeción urbanística, ética, estética u obstáculo físico. De seguirse esta política, el resultado para el país quedará ilustrado con ese viejo chiste que cuentan sobre aquellos cirujanos que salieron eufóricos del quirófano declarando que, “el paciente falleció, mas, la operación fue todo un éxito”.

glaterza@abc.com.py

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