A consecuencia del temporal los caminos vecinales están destrozados, las poblaciones ribereñas inundadas y aisladas. El 100% de la producción agrícola de sustento se perdió en Ñeembucú y los campos de pastoreo están bajo agua.
Casi cada vez que se registra un temporal se presentan desastres porque el hombre que habita esta bendita tierra destruye su hábitat natural.
Pareciera que a los gobiernos, incluso de países industrializados (primer mundo), poco o nada les interesan las advertencias de científicos sobre la necesidad de cuidar el ambiente, en especial el agua, humedales, tierra y aire; flora y fauna.
Alarmados por el cambio climático global, ecologistas de la Unión de Científicos del Mundo publicaron en 1992 una advertencia a la humanidad acerca de un apocalipsis ambiental. También en el protocolo de Kioto, Japón, firmado el 11 de diciembre de 1997 dentro de la convención marco de las Naciones Unidas, los científicos pidieron la reducción de emisión de los gases que causa el efecto invernadero. Entró en vigencia el 16 de febrero del 2005, pero hay gases y humo por todos lados.
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Una nueva alerta científica sobre el calentamiento global volvió a emitir el Acuerdo de París, Francia, en 2015. Sin embargo, cada vez hay más desastres naturales que repercuten sobre miles de familias damnificadas.
En Paraguay, la crecida de los ríos dejó de ser cada 20, 10 años o cinco años y pasó a ser un problema anual. De modo que las autoridades de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), el Poder Ejecutivo, gobernaciones y municipalidades deben prevenir estos eventuales fenómenos naturales con obras de infraestructura resistentes, sólidas.
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