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Monseñor Ocampo exteriorizó un clamor del pueblo que quiere honestidad y búsqueda del bien común. En la eucaristía fue la voz de los que no tiene voz así como orienta la Iglesia.
En la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) realizado en Puebla, México, en 1979, los obispos ratificaron la línea trazada en Medellín, Colombia, en el año 1968 y asumió la opción preferencial por los pobres.
En Puebla, la iglesia latinoamericana describe situaciones concretas de excluidos, como rostros de niños golpeados, rostros de jóvenes desorientados y marginados; de campesinos y obreros explotados; de ancianos y hacinados urbanos, resultados de las desigualdades e injusticias.
El obispo Ocampo, en San Miguel, hizo un reclamo como pastor de la Iglesia, en el sentido de que las autoridades tienen la obligación de recuperar lo robado e invertir en salud, educación y viviendas.
En efecto, hay tantas necesidades en el país, en especial en el área social, de modo que quienes roban al Estado roban al pueblo.
Ahora que la justicia abre una ventana para oxigenar el ambiente tóxico generado por la corrupción institucionalizada, los procesos abiertos por enriquecimiento ilícito dan un poco de respiro y de esperanza a la ciudadanía.
Sin embargo, no solo tienen que ir a la cárcel sino también deberán devolver el dinero mal habido.
La gente se cansó de tantas componendas y arreglos entre los poderosos. Quienes fungen de autoridades y se enriquecieron de forma ilícita deben ser investigados, procesados y sancionados conforme a las leyes. En un Estado de derecho todos somos iguales ante la ley de modo que además de la sanción penal, deben devolver lo robado.
rmontiel@abc.com.py