La pregunta es cuánta de esa suerte han usufructuado los pueblos de los países de esos iluminados. Quizás ahora se empiece a saber; quizás estamos al comienzo de un tiempo de respuestas. Quizás esos señores deban asumir aquello de que la gloria es pasajera.
Hace un mes, o poco más, el expresidente del BID, Enrique Iglesias, me dijo que para América Latina “el viento a favor se termina y ahora hay que navegar con motor propio y, a veces, con viento en contra”.
¿Y es que se avecinan terremotos y huracanes? Habrá que ver y esperar, pero desde ya pensar, por lo menos, en algunos temblores y vientos fuertes.
La sola insinuación –el mero amague– de que la Reserva Federal (FED) de los EE.UU. podría reducir la inyección de liquidez –el estímulo monetario a la economía estadounidense– y “tocar” las tasas en el 2014 tuvo efecto inmediato en las monedas de los países emergentes y en particular en Brasil. Las cifras, cambiantes y volátiles –el mercado es tan sensible como timorato e interesado– dicen que muchas monedas de la región –esos “pesos fuertes” hasta no hace mucho– han comenzado a depreciarse. En lo que va del año, el peso chileno se devaluó en un 7%, el sol peruano 9%, el peso colombiano 5%, el peso uruguayo 14% y el real brasileño el 15% (con muchos vaivenes; en Brasil la caída hace unos días alcanzó al 19%). De Argentina y Venezuela no se puede decir nada pues tienen muchos mercados de cambio, de variadas definiciones y colores y además cifras propias inventadas a gusto de sus gobiernos.
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Lo concreto es que los inversores reaccionan y se van, lo que su vez desnuda la realidad y muestra cuán consistentes, serias y acertadas han sido las políticas de estos nuevos popes de la economía. Ahora es que empieza a verse el real costo del derroche, del gasto y del reparto, instrumentos con tantos buenos resultados “democráticos electorales” y que han servido para mejorar a voluntad y transitoriamente índices de pobreza y de ocupación.
Brasil siempre es emblemático. Además de los requiebres en su moneda, ha “moderado” sus pronósticos o pretensiones en materia de crecimiento: del 3,3% previsto para este año ha bajado al 2,2%. Y para el 2014 la estimación ya no es del 3,8% sino del 2,5%. Cae la confianza de consumidores y empresarios, y además crece la inflación que ya superó las metas. Para contrarrestar la salida de capitales y el aumento de los precios, el gobierno ha aumentado la tasa de interés de referencia (la SELIC), acercándose ya al 9%, y ha volcado reservas en el mercado (tiene previsto hasta 60 mil millones de dólares). Pero es difícil prever cuál será el efectivo resultado de estas decisiones: los inversores prefieren buscar playas seguras, que es lo que han estado haciendo, y esperar.
Lo grave es que, como ha ocurrido reiteradas veces, se inicie “la caza” de culpables de afuera, la invención de conspiraciones y maleficios y nuevamente, obvio, la crucifixión del imperialismo y el neoliberalismo y, además, lo más grave, a reprimir a la gente sobre todo cuando esta empiece a sufrir los malos vientos, a ver claro y a pedir cuentas.
daf@adinet.com.uy