Don Ranulfo Miranda, el injustamente olvidado

Recordando el título conseguido por la selección paraguaya en el campeonato Sudamericano de 1979 (hoy llamado Copa América), acontecido 35 años atrás, surge la figura del entrenador Ranulfo Miranda como uno de los injustos olvidados de aquella gran conquista. Ranulfo, hoy con 89 años cumplidos, nunca tuvo un real reconocimiento hacia su gestión en aquella gesta histórica. En los corrillos del fútbol, en algún momento se manejó la posibilidad de que, en aquella selección, don Ranulfo no tenía ascendencia sobre los jugadores y que la conquista fue de pura casualidad.

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Hace unos años, Hugo Talavera, el capitán de aquel conjunto, en un programa televisivo y recordando la conquista declaró: “Es mentira que al profesor Miranda le formábamos el equipo. Como acontece en todo plantel, los experimentados éramos fuente de consultas, pero la decisión final siempre la tomaba él. Por su perfil bajo era muy querido y respetado por todos. Era tan bueno que un día me confidenció que las autoridades de la Liga (así se llamaba la APF) todavía no le habían remunerado por su gestión. Ya estábamos en el mes de noviembre y el “profe” había empezado a trabajar a principios de junio. Así se manejaban las cosas en aquella época”.

En verdad, Ranulfo tuvo una estupenda trayectoria, cargada de glorias. Primero como jugador, sobresaliendo en la delantera de Guaraní. Sus goles ayudaron para que el Legendario sea de nuevo campeón en 1949, título que los aurinegros habían logrado luego de 26 años, teniendo en cuenta que el anterior se había producido en 1923. Don Ranulfo igualmente tuvo un estupendo pasar por los seleccionados que en esa época tenía como única competencia a los campeonatos sudamericanos, ya que no existían las eliminatorias clasificatorias a los mundiales. Don Ranulfo en su perfil de entrenador dirigió a equipos importantes como Cerro Porteño y Guaraní en el ámbito local y también tuvo su pasantía en el fútbol internacional dirigiendo en los países de Ecuador y Colombia.

En la conquista del Sudamericano de 1979, el entrenador Ranulfo Miranda tuvo mucho que ver. Aquel seleccionado poblado de estrellas supo ser manejado por las sabias manos de don Ranulfo. Luchó ante muchas adversidades y la primera fue que casi en cada partido debía de formar un equipo distinto. Por ejemplo, en Quito, ante Ecuador, en la inauguración de la competencia, tuvo como base al equipo de Olimpia. Sin embargo para la revancha ante los ecuatorianos jugada en Asunción, para el partido de ida ante Uruguay, disputado también en el “Defensores del Chaco” y en la revancha en el Centenario, tuvo que armar tres oncenos distintos y sin los jugadores pertenecientes al Olimpia, ya que el Decano se encontraba jugando en el exterior (Copa Interamericana, en México e Intercontinental, en Suecia) por compromisos contraídos a raíz de la obtención de la Copa Libertadores . A Miranda también le jugaron en contra las peleas internas entre los clubes, que no siempre colaboraban para ceder a sus jugadores convocados. El “golpe final” por el que tuvo que pasar el bueno de don Ranulfo ocurrió antes de la finalísima contra Chile, disputada en Buenos Aires, cuando Hugo Talavera, el máximo referente futbolístico de ese momento, fue dejado de lado “por orden superior”. La determinación había confidenciado el dirigente Ángel Barchini al propio Talavera. Sin embargo, lejos de ser una carga adicional, la ausencia del “Tala” sirvió para que don Ranulfo arrope de confianza a un incipiente Romerito (sustituto de Talavera) , quien con el tiempo se convertiría en crack para el fútbol paraguayo. Otra acertada del entrenador Miranda fue la convocatoria de Roberto Cabañas, que venía de participar del Mundial Juvenil, jugado en Japón. A partir de esa conquista Cabañas ganó notoriedad y un año después, junto con Romerito, fueron transferidos al Cosmos de Nueva York y su ficha costó 1.000.000 de dólares.

El legado dejado por aquel título sudamericano del 79 fue inconmensurable. A raíz de esa conquista, las posteriores selecciones comprendieron que ningún propósito era imposible.

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