Dos soles, un líder

SALAMANCA. Chumy Chumez (1927-2003) fue uno de los más geniales dibujantes humorísticos que dio España en la segunda mitad del siglo pasado. Buena parte de su obra acaba de entrar en la Biblioteca Nacional de España. Con tal motivo, el diario El País publicó una de sus viñetas en la que aparecen dos hombres mirando el amanecer desde una playa mientras sobre el horizonte se levantan dos soles. Uno le dice al otro: “Lo sabía. Sabía que acabaríamos por tener un sol de izquierdas y otro de derechas”. ¿Una viñeta humorística puede convertirse en realidad?

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Ignoro si podrá hacerse realidad literalmente, pero va por allí cerca. En estos días, como si viéramos dos soles en el firmamento pero de diferentes tendencias ideológicas, lo que apareció fue una figura idolatrada por la izquierda que ahora es idolatrada por la derecha, ambos grupos por el mismo motivo: el robo y puesta en circulación de millones de documentos provenientes, en su mayor parte, de oficinas del Gobierno de los Estados Unidos, agencias de inteligencia y el Pentágono por parte del australiano Julian Assange. La gigantesca filtración se produjo el 28 de noviembre de 2010 a través del canal WikiLeaks creado por el propio Assange mientras residía aún en su país de origen.

Idolatrado entonces por la izquierda, era el símbolo de quien había logrado asestarle un golpe inesperado y atroz al mismo corazón del “imperio”. En torno al episodio tomaron parte gobiernos europeos, gobiernos latinoamericanos y hasta el propio Vladímir Putin, quien declaró a la prensa de su país que “el público y las organizaciones no gubernamentales deberían pensar cómo ayudarlo” [a Julián Assange] “quizá postulándolo al Premio Nobel de la Paz”. Pues bien, después de las escandalosas informaciones que dan cuenta del gigantesco espionaje que realizó Rusia a favor de Donald Trump y en contra de la candidatura de Hillary Clinton, nos encontramos con una nueva sorpresa: el presidente electo de los Estados Unidos, vale decir Donald Trump, declaró que, en relación al espionaje cibernético denunciado por las tres centrales de inteligencia más importantes de los Estados Unidos, FBI, CIA y NSA, él “confiaba más en Assange que en dichas agencias”. Así pues, olvidando las palabras de Sarah Palin, antecesora de Trump y miembro del mismo partido político, que pedía en 2010 que Assange fuera perseguido y capturado con mayor urgencia que cualquier miembro del Estado Islámico, ahora se ha convertido en la nueva estrella del firmamento republicano. Claro que después de la victoria de Trump los aires han cambiado y la Palin corrió a pedir disculpas por todo lo que había dicho del “traidor” australiano.

En medio de tantas contradicciones no hay que olvidar que la semana pasada Vladímir Putin, en una conferencia de prensa en Moscú, dijo que una de las cosas que compartía con Trump era “la defensa de los valores tradicionales”. Luego agregó que “Un gran número de americanos comparte nuestras ideas de lo que debería ser el mundo”. A esta altura de la historia, encuentro que tiene mucho más lógica la aparición de dos soles en el firmamento que todo aquello que nos toca leer. Pues sí, es fácil creer, a esta altura de la historia, que Putin y Trump compartan los mismos ideales. Lo que es imposible de explicar es que el gobierno del antiguo oficial de la KGB, la temida policía secreta de la Unión Soviética encargada de espiar a sus propios ciudadanos y mandarlos a morir de hambre y de frío a la Siberia, tenga las mismas ideas y los mismos sentimientos que el pueblo norteamericano sobre lo que debe ser este mundo.

Desde agosto de 2012, Assange está asilado en la Embajada de Ecuador en Londres después de que las autoridades suecas pidieron su extradición para responder por acusaciones de violencia sexual contra dos jovencitas de ese país. Su decisión de haber manifestado su admiración por Trump puede obedecer a la esperanza de que el nuevo mandatario lo proteja y evite así ser llevado a los tribunales norteamericanos donde sería juzgado por revelar secretos de Estado. Ahora queda saber qué actitud asumirá la izquierda, la misma que lo endiosó y encumbró a la categoría de mártir de la libertad de expresión. ¿Tendrá que seguir admirándolo y, de manera indirecta, compartir su admiración por Trump? ¿O deberá realizar un movimiento esquizofrénico para separar tan conflictivas personalidades? Lo sabremos con el tiempo. O no lo sabremos nunca mientras nos deleitamos viendo dos soles en el firmamento.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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