Dupla de riesgo: verano y alcohol

“¿Qué tiene que ver la temporada veraniega con conductores ebrios e irresponsables?”, comentaba, casi indignado, un lector sobre el texto de una noticia que sugería directamente esta relación. En realidad no hace falta hacer muchas cuentas para darnos cuenta de que en verano se bebe más alcohol. Si al gusto de beber, promocionado y difundido por una publicidad que, aprovechando la temporada, opera en pos del lucro como si se fuera a acabar el mundo, le sumamos la irresponsabilidad que existe en la mayoría de los consumidores, hallaremos la lógica a lo escrito en la noticia.

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En nuestro país muchos deseamos que se baje el grado alcohólico de las bebidas más consumidas, que se trabaje eficazmente la prevención, que los controles y las penas para comerciantes y consumidores que transgreden el cuidado de la vida se endurezcan. Apenas empezó el verano y ya tenemos casos mortales que lamentar, pareciera que la gente no se entera, no cree o se quiere matar arrastrando a otros. Un amigo que visitaba Asunción bromeaba en serio: “Asunción es el lugar ideal para volverse un borracho”, aunque me chocó su sinceridad, entendí que se refería al calor intenso durante las 24 horas, la accesibilidad al alcohol y la falta de férreo control. Ciertamente no solo ocurre en nuestra ciudad y país, pero el aquí y ahora es el que nos interesa.

Cada fin de semana se reportan grescas de adolescentes pasados de copas (chicas ebrias se han sumado a las lamentables peleas callejeras), accidentes de motos y autos a mil. Padres incapacitados que se lavan las manos atribuyendo las cosas a “la edad”.

El calor y la humedad, el ocio y la presión social propician caer en el alcoholismo y de ahí a otros trastornos graves.

Repasemos lo que ocurre en el cuerpo: al ingerir alcohol se ingiere etanol, una sustancia que reduce la función del neurotransmisor excitatorio, por lo que afecta al sistema nervioso central, generando un descenso en la actividad de las neuronas, dificultando la capacidad de formar oraciones, mantener el equilibrio y reaccionar en situaciones de riesgo. El efecto que logra desinhibir a la persona logra a su vez alterar decisiones de carácter moral (“estaba borracho/a, no sabía ni con quién estaba”). Al día siguiente continuarán las consecuencias. Además, el excesivo consumo de alcohol puede generar problemas cardíacos, la Fundación Española del Corazón señala que “el aumento del consumo de alcohol en verano, especialmente en los jóvenes (15 a 35 años), puede provocar un aceleramiento del ritmo cardíaco, también conocido como síndrome del corazón en vacaciones”.

Si queremos disminuir los riesgos o el infierno que puede provocar este vicio, no debemos cerrar los ojos ante lo que lo está aumentando: la ansiedad, los conflictos familiares, el consumo de otras drogas, la despersonalización, la falta de valores, entre más. Para los jóvenes, es mejor beber vino en forma de sangría o tomar cócteles suaves. Nunca menospreciar el agua fresca en las salidas nocturnas, para alternar con la bebida alcohólica. Los adultos fomentemos lo bueno, bebamos con moderación. Hábitos limpios para que, después de la fiesta, ni resaca ni desgracia.

lperalta@abc.com.py

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