Para los más jóvenes, quienes no conocieron la ciudad de hace no muchos años atrás, la calle El Paraguayo Independiente, al pasar frente al Palacio de Gobierno, en lugar de estar asfaltada estaba adoquinada con unas piedras negras, cuidadosamente cortadas y colocadas en riguroso orden. Según el artículo de referencia, este adoquinado de granito europeo fue inaugurado el 15 de agosto de 1928 coincidiendo con la asunción del presidente José P. Guggiari. En 1989, meses después de derrocada la dictadura, el intendente de Asunción, el coronel José Luis Alder resolvió retirar las piedras y sustituirlas por una capa de asfalto.
Muchos escribimos protestando por el hecho y recibimos la inesperada explicación: no había por qué preocuparse porque las piedras habían sido debidamente guardadas en la Planta Asfáltica de la Comuna donde, como era de suponer, no están, según pudo comprobarlo el autor del artículo. Alder prometía que ellas serían colocadas en el centro de una plaza proyectada donde se encuentra hoy la Manzana de la Rivera cuyas casas iban a ser demolidas a pedido del dictador (que, como las piedras, ya no estaba) porque se sentía inseguro de tener vecinos tan cercanos aunque en esas casas no vivía nadie ya. Felizmente la manzana fue salvada con la curiosa característica que en ella hay construcciones representativas de las diferentes etapas arquitectónicas de nuestro país, desde la colonial a la contemporánea.
Se intentó explicarle al coronel Alder que esas piedras tenían sentido en la calle frente al Palacio de Gobierno. Era una forma de alertar al transeúnte que se encontraba en un sitio especial. Era como cuando escribimos un texto y queremos poner de resalto una palabra, o una frase y trazamos, abajo de ella, una línea, de modo que a la primera mirada del texto sabemos que allí hay algo que, por un motivo muy especial, el autor lo ha resaltado. Este era el sentido de esas piedras.
Quien se las haya llevado a su casa, o a su quinta, o a su estancia para presumir adelante de sus amigos, hay que aclararle que esas piedras no tienen mucho valor económico: no valen más que su peso en kilos. Nada más. Desprovistas de la función que se le había atribuido perdieron también su valor simbólico. Esto fue lo que no pudo comprender el coronel Alder ni tampoco quienes se las llevaron. Salamanca, donde vivo, es patrimonio de la humanidad y tiene todo su centro histórico adoquinado como una manera de indicar que se trata de un sector muy especial de la ciudad.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Aparte del significado político, la gente le da muy poca importancia a la elección de intendente. Da la sensación que cualquiera puede serlo siempre y cuando pertenezca a la línea oficial de su partido. Así es como hemos tenido cada ejemplar que se nos cae la cara de vergüenza. No se piensa que estamos poniendo en manos de una persona no solo el cuidado de la ciudad (parece un chiste eso de “cuidar”); el cuidado de las calles, las avenidas, los parques, la organización (otro chiste) del tráfico, la limpieza y alguna que otra cosa más. Estamos poniendo en manos de una persona una buena parte de nuestro patrimonio cultural, parte de los elementos que le han dado una personalidad particular a nuestra ciudad y que han ayudado a formarnos como ciudadanos. La responsabilidad es muy grande y los peligros de destrucción son muchos. Se tendrían que crear mecanismos realmente efectivos que impidan que el capricho del intendente de turno, apoyado en su ignorancia y en su falta de sensibilidad, pueda destrozar a su antojo todo aquello que nos resulta significativo, por lo menos a un sector bastante amplio de la población. Por el momento permanecemos inermes, con los dedos cruzados, ilusionándonos que no se arrasará este o aquel sector de la ciudad.
jesus.ruiznestosa@gmail.com