Echemos a Maduro

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SALAMANCA. Al tomar decisiones en las que “lo político prima sobre lo jurídico” se corre el riesgo cierto de que las consecuencias terminen precipitándonos al abismo. La frase es bien conocida; son las palabras del expresidente uruguayo José Mujica cuando, en un arranque de sinceridad, trató de explicar la suspensión de Paraguay del Mercosur. La artimaña había sido urdida por la expresidente del Brasil, Dilma Rousseff, presentada hoy por los “bolivarianos” como una “mater dolorosa”, incluso por la izquierda criolla que olvida que su principal pasatiempo fue buscar las maneras más retorcidas para humillar a nuestro país. Contó en aquella oportunidad con la complicidad de Mujica a quien le mandó un avión para discutir en Brasilia los pasos que había que dar para suspender a Paraguay del Mercosur. Y lo lograron con la bendición de Cristina Kirchner, enmudecida hoy por las amenazas que penden sobre su cabeza por parte de la justicia de su país.

La artimaña sirvió para que Venezuela pudiera entrar en el bloque ya que hasta entonces se había encontrado con la persistente negativa de Paraguay. Años de vino y rosas con el petróleo a más de cien dólares el barril; los dólares bolivarianos llovían sobre aquellos países y algún día habría que investigar si también no llovían sobre algunas cuentas bancarias, ya que todo es posible en la viña del Señor.

Las consecuencias de aquella maniobra nefasta están a la vista: el paupérrimo intento de formar un mercado común entre los países que integran el cono sur de Sudamérica: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay está herido de muerte. Nicolás Maduro, tratando de imitar a su antecesor y padrino político, Hugo Chávez, pero sin su carisma ni su gracia, tiene su propio programa de televisión donde cuenta sus ocurrencias: “¿Expulsar a nosotros? ¡Ja! Si nos sacan por la puerta, nos metemos por la ventana, pero del Mercosur no saca nadie a Venezuela”, para agregar que “Venezuela es el alma del Mercosur”. Estas bravuconadas no son suficientes para alejar la espada de Damocles que pende sobre su cabeza ya que si para el 1 de diciembre no llena todas las formalidades exigidas, especialmente la que tiene que ver con la “cláusula democrática”, dejará de pertenecer al grupo que se quedará sin alma pero mucho más tranquilo y todos felices.

Acostumbrado a mentir, en esa ocasión dijo la verdad sin quererlo: Venezuela entró al Mercosur por la ventana gracias a los petrodólares y sus compinches ideológicos. Por esto y por otros motivos es necesario que se tomen medidas urgentes, porque, ¿qué seriedad puede tener un bloque económico que envía a sus representantes a Europa para lograr acuerdos comerciales y al día siguiente llega otro, en este caso la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, sin aire y sudada por las corridas, diciendo: “No le hagan caso a ellos, porque yo soy la verdadera representante” ¿No les parece una situación de opereta? Luego les llega el discurso de Maduro en el que dice: “Venezuela es el alma del Mercosur” o bien “Nadie nos puede expulsar del Mercosur” cuando los otros cuatro miembros, fundadores del bloque dicen que todavía no es miembro de pleno derecho? O lo que es peor, reclama ser el alma de un bloque económico al que califica como “la triple alianza fascista de los gobiernos neoliberales, de derecha, antipopulares, pro imperialistas de Paraguay, Brasil y Argentina”. Que me perdonen, pero este no es ya un problema de diplomacia sino un tema que tiene que ver con la psiquiatría.

Por el bien el Mercosur habría que darle de baja a Venezuela, cuanto antes, por el bien y la salud de todos. No es necesario esperar al 1 de diciembre para ver si cumple o no con la cláusula democrática ya que, días atrás, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de ese país, trabó la realización del referéndum revocatorio del mandato de Maduro que pide la oposición. Más que la oposición, el país entero, pues de acuerdo con las últimas encuestas, el gobierno tiene nada más que 11% de aprobación. Si quieren graficarlo en números: de 100.000 votantes, 11.000 le dicen que sí y 89.000 le dicen que no. ¿Para qué insistir con un régimen que en este momento está compitiendo por el primer puesto de impopularidad con Corea del Norte? Regresemos a los orígenes y busquemos que funcione de una vez por todas el famoso Mercosur sin tener que soportar a invitados de piedra.

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jesus.ruiznestosa@gmail.com