La constatación de estos hechos no se puede eludir si queremos ser realistas, pero no nos justifica para dejar las cosas como están y no asumir la responsabilidad de la progresiva inadecuación de la educación que se ofrece y la que se necesita. Esto es cada día más acuciante y si lo es en términos generales con respecto a todo lo que se enseña y se hace para educar y capacitar para la vida, con mayor razón lo es cuando se trata en nuestro país de la educación política y ciudadana.
Lo que tradicionalmente se ha podido ofrecer para educar política y ciudadanamente, ahora no nos sirve, es insuficiente y se evidencia que es ineficaz. La mayoría de los escenarios y muchos de los actores del teatro político están cada día más corrompidos. Esa corrupción creciente ha contaminado a no pocos actores de la sociedad civil miembros de la ciudadanía. Las instituciones y organismos creados para limpiar la corrupción, sancionando a los corruptos, también están contaminadas de corrupción. Está claro que educar y capacitar para vivir en una sociedad con políticos, instituciones, organismos y ciudadanos altamente corrompidos no es lo mismo que educar en política y ciudadanía en una sociedad sana. La percepción del nivel de patología ética de nuestro país por parte de instancias internacionales es firme: Transparency International nos sigue clasificando entre los países más corruptos del mundo.
Otra variable que obliga a revisar y actualizar nuestra educación política y ciudadana es la globalización. Queramos o no, las fronteras nacionalistas son “líquidas”, por no decir inexistentes para muchos flujos de interacción e interinfluencia internacional. El acelerado movimiento financiero no necesita pasaporte ni hay aduana que lo frene. La comunicación digital en ningún país pide permiso para penetrar, ya somos ciudadanos del mundo, que es nuestra aldea global.
El dinero electrónico, los bancos online, las bibliotecas, museos, librerías, teatros, operas, danzas, ballet, comercios, cursos, carreras, universidades, juegos electrónicos, espectáculos, conciertos, librerías, asesoramientos, informativos, revistas de todo género y especialidad desde las que ofrecen páginas populares hasta las que entregan papers de la más alta investigación, la comunicación irrestricta en redes y sin redes con ciudadanos de todo el mundo…han generado la sociedad virtual. Formar ciudadanía para esa sociedad y enseñar a participar políticamente en ella y para ella es totalmente distinto que la formación política y ciudadana tradicional.
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De educar para vivir en democracias nacionales tenemos que aprender a dar el salto a la democracia mundial. Alain Touraine dice que los elementos fundamentales de la democracia son tres: 1) Representatividad de los gobernantes; 2) Limitación del poder de los gobernantes; 3) Sentido y responsabilidad de la ciudadanía. Y a estos tres elementos corresponden tres dimensiones: 1) Dimensión social; 2) Dimensión moral; 3) Dimensión cívica. (A.Touraine, 1994, 49-80).
Actualmente, la democracia mundial pasa por las democracias nacionales, pero la progresiva integración e interacción de las naciones exige ya otra formación política y ciudadana. Tanto más urgente esta educación cuanto más violentos enemigos de la verdadera democracia brotan en nuestro país. Las ideologías extremas de derechas e izquierdas, las luchas de clases, la corrupción corrosiva con criminalidad y delincuencia amparadas en ella que roban al pueblo su dinero, libertad y paz, las guerrillas terroristas que secuestran, extorsionan, amenazan y chantajean con sus crímenes e impuestos populares extorsivos, los fundamentalismos presuntamente religiosos, las mafias narcopolíticas y narcotraficantes tienen que ser erradicados. La educación debe aportar su fundamental colaboración.
jmonterotirado@gmail.com