Educación y cultura

La relación entre educación y cultura es intrínseca, ambas son interdependientes, interinfluyentes y prácticamente inseparables. La educación es un producto de la cultura, al mismo tiempo que la cultura se difunde, desarrolla y profundiza con la educación.

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Reflexionar sobre la relación entre educación y cultura no es intrascendente ni simple deporte intelectual para pasar el tiempo. Es necesario porque interferencias políticas están banalizando y empobreciendo ambos conceptos y a la administración pública de ambos productos, conquistados en la historia por la humanidad. Que exista la Secretaría Nacional de Cultura por razones políticas y administrativas no libera a la educación de su esencial compromiso con la cultura.

Los educadores, tanto familia como profesionales de la educación formal, tienen como misión prioritaria introducir a los niños en la cultura de la comunidad. No se puede educar, no se educa prescindiendo de la cultura. La educación no es independiente de la cultura, menos aún en un país con muchas culturas autóctonas, que además es fruto de colonización de otras culturas, cargado de inmigrantes de muy diversas culturas de oriente y occidente, de norte y sur, que cuenta con fronteras secas y penetración progresiva de las polícromas culturas del expansivo Brasil.

Más todavía en una sociedad de la información y el conocimiento, en un mundo virtual sin fronteras con la extensión del pluriculturalismo por todos los rincones del planeta y con una educación que debe preparar para ser ciudadanos del mundo.

El análisis de Bruner en su libro “La educación, invento social” (2000) es lúcido. Rosa Aramburu parafraseando a Bruner dice que la relación entre educación y cultura “se caracteriza por la constante modificación que la cultura le demanda a la educación, ya que la velocidad del cambio de la sociedad en que vivimos nos obliga a redefinir de qué forma habremos de educar a la nueva generación” (Bruner 2000, 136). De este modo la educación se ve influida por los constantes cambios culturales que le exigen tener que rediseñar tanto la metodología como los fines de la educación, con respecto a las nuevas habilidades que requiere la evolución de la sociedad.

El ministerio del ramo ha ido recibiendo distintos nombres: ministerio de instrucción, ministerio de enseñanza, ministerio de educación. Stroessner pasó el viceministerio de Culto del Ministerio de Relaciones Exteriores al Ministerio de Educación. El arzobispo de Asunción monseñor Mena Porta, cuando González Alsina era ministro de Relaciones Exteriores, le dijo al presidente Stroessner que el nuncio del Papa no podía tratar los asuntos de la Iglesia con un divorciado (criterio personal, hoy sin sentido). El Presidente decidió trasladar la administración de las relaciones de Paraguay con las Iglesias, es decir, el Viceministerio de Culto, al Ministerio de Educación, y así pasó a llamarse Ministerio de Educación y Culto.

Caído Stroessner, el Consejo Asesor de la Reforma Educativa (CARE) logró el cambio de nombre del ministerio con la Ley 1264/98, pasando a ser Ministerio de Educación y Cultura, y además siendo ministro Nicanor Duarte Frutos pidió que el Viceministerio de Culto volviera a su sitio, al Ministerio de Relaciones Exteriores. Esto último no se logró, fue una de tantas políticas propuestas por el Consejo Asesor de la Reforma que no se llevaron a cabo por parte del Ministerio y los sucesivos Gobiernos desde el golpe de Estado de 1989.

El año pasado el proyecto de ley de Carta Orgánica del MEC entró en la Cámara de Diputados con media sanción de la Cámara de Senadores y los señores diputados vuelven a reponer al ministerio el nombre y la responsabilidad que accidental y arbitrariamente le dio el stronismo. El proyecto de ley está de nuevo en la Cámara de Senadores, de donde salió con la propuesta de llamar al ministerio: Ministerio de Educación y Ciencias. Las ciencias son demasiado importantes y parte de la cultura, pero no son toda la cultura, ligarlas al nombre del ministerio tiene algún sentido, quizás por eso están destacadas en el nombre del ministerio de educación de varios países.

Es difícil entender que en un país que se declara como Estado laico y educación laica los diputados vinculen las relaciones con las Iglesias al ministro de Educación y le saquen al ministerio su explícita conjunción con la cultura.

jmonterotirado@gmail.com

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