Benjamín Bloom hizo una clasificación de los objetivos de la educación, que responde a la estructura de la psicología y ayuda a orientarse, para comprobar qué hemos logrado y qué nos queda por lograr. Bloom clasifica los objetivos de la educación en tres bloques: objetivos de la dimensión afectiva, de la dimensión operativa o psicomotriz y de la dimensión cognitiva.
Nuestro sistema educativo ha priorizado, casi exclusivamente, los objetivos de la dimensión cognitiva. Los planes y programas están orientados a que los educandos de todos los niveles del sistema consigan el máximo posible de conocimientos. El desarrollo de las dimensiones afectiva y operativa es mínimo en la planificación curricular.
En educación no hemos comprendido qué importancia tiene en el ser humano la acción en sí misma y consecuentemente la capacitación para la acción. Los humanos somos seres esencialmente activos. Biológicamente, corporalmente, psicológicamente, social y espiritualmente estamos construidos para la acción. La pasividad total nos pone en la puerta de la muerte, es imposible la calidad de vida, la vida y la sobrevivencia sin acción. Si nuestra biología aporta energías para las acciones vitales, si nuestro cuerpo cuenta con la estructura, los miembros, los sistemas muscular, nervioso y sanguíneo (además del respiratorio y el digestivo), es para posibilitar la motricidad interna y externa; igualmente nuestra psicología cuenta con elementos dinamizadores (impulsos, deseos, motivos…) que nutren el “ámbito operativo”.
Gracias a la acción humana, con la cultura se supera a la naturaleza, podemos vencer limitaciones, resolvemos necesidades, alcanzamos metas superiores y progresamos.
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Cuando la acción humana carece de ética, se pervierte el sentido de la acción y se convierte en factor de corrupción y destrucción. También desgraciadamente la acción humana destruye el medio ambiente, crea medios para matar y asesina. Los hechos evidencian que la educación para la acción y la re-acción es urgente. La débil formación ética de nuestros educandos es un indicador más de que nuestro sistema no está realmente interesado en la educación, formación y capacitación para la acción humana, con lo cual nuestros jóvenes salen a la vida social indefensos, sin haber sido preparados para actuar cívicamente y poder trabajar productivamente con seguridad y eficacia.
El rol que juega la acción en la constitución, caracterización y comportamiento del ser humano ha interesado a muchos filósofos a través de la historia, lo mismo que ha motivado a los antropólogos, psicólogos, psiquiatras, moralistas y sociólogos a investigar desde sus especialidades sobre la acción y el trabajo. Filósofos como Aristóteles, Tomás de Aquino, Maurice Blondel, Henry Bergson, Marx, Paul Ricoeur son algunos entre otros muchos, que nos obligan a revisar cómo formamos a nuestros educandos para la acción. En cualquier caso, la conclusión es clara: la educación para la acción es absolutamente necesaria, porque la acción es vital para ser y para mejorar constantemente la calidad de nuestro ser.
Está comprobado que la mejor manera de educar para la acción es educar en la acción. Se aprende a andar andando, se aprende a pensar pensando. Nadie duda de que el mejor paradigma es “aprender haciendo”. Interpretar el paradigma como activismo es ignorancia, porque el aprendizaje humano compromete en sus procesos a todo el ser, pero usa la didáctica más efectiva. Hace pocos años el Ministerio de Educación y Ciencias y algunas instituciones de educación superior han iniciado la educación en competencias, buscando que se aprenda el saber hacer. La semana pasada el MEC ha lanzado un gran programa de formación de docentes para la integración definitiva de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) dirigido por el ingeniero Félix Kemper y la capacitación a cargo de la doctora Carmen Varela. El programa, orientado con el marco teórico de Unesco, sus responsables y el MEC merecen felicitaciones por beneficiar a doce mil docentes y sus alumnos con las TIC y sus competencias, y por estar conducido con la pedagogía de “aprender haciendo”.
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