La dolorosa preocupación me ha motivado a explorar sobre el tema, con el deseo de no quedarme pasivo y en la medida de mis posibilidades intentar contribuir para ayudar a tomar conciencia, sensibilizar sobre el tema y reflexionar sobre qué puedo hacer, qué podemos hacer para liberarnos de esta lacra delictiva y demoledora de la nación.
Tengo fundamentos y sobradas experiencias para estimar la calidad humana y la bondad natural de los paraguayos en general, de la gente, la verdadera gente y pueblo paraguayo y me cuesta entender cómo unos pocos miles (es un decir) de corruptos abusan de la ciudadanía honesta, aprovechando sus posiciones de poder para usurpar funciones o medios del Estado (o sea, de los servicios a la ciudadanía) y explotarlos para apropiarse injustamente bienes ajenos económicos u otros en beneficio propio o de sus familiares, allegados o adherentes políticos.
Dos temores me inquietan: el primero, que la corrupción es contagiosa y se extiende, especialmente porque los corruptos logran sus objetivos impunemente. El segundo porque la corrupción es tan dinámica que se autofortalece y acrecienta, ya es fenómeno social (no es problema de individuos aislados) y se ha constituido en sistema compacto y expansivo. Francisco Blanco León, abogado e investigador paraguayo, especializado en el estudio de la corrupción, en su novedosa e importante “Teoría General de la corrupción” lo explica muy bien: “(La corrupción) ya ha evolucionado tanto que solo se la concibe como un sistema. Ningún corrupto sobrevive ni actúa solo. Necesita formar un sistema en todos los poderes del Estado, que lo proteja y haga rentable y sustentable en las acciones conjuntas” (2015,69).
La pasividad, negligencia y permisividad generalizadas ante el avance de la corrupción en nuestro país, en mi opinión solo tienen una explicación: la mayoría de la población no tiene conciencia, no se da cuenta de los daños fatales que la corrupción nos hace a todos, también a la larga a los mismos corruptos, sus hijos y nietos. Si quieren saber cuáles y cuántos y en qué extraordinaria medida son gravísimos los daños de la corrupción, basta con que quienes tengan posibilidad por sí mismos o por algún amigo o amiga de explorar en internet, que entren en alguno de los buscadores, por ejemplo Google y escriban: Consecuencias de la corrupción. Se encontrarán con 536.000 artículos explicando las consecuencias dramáticas de la corrupción. O si prefieren, entren en Google y escriban: Efectos de la corrupción. Encontrarán 438.000 artículos, algunos de ellos pueden repetir lo que viene en consecuencias, pero tenemos bastante para ilustrarnos con lo que han escrito quienes han reflexionado sobre los desastres que nos trae la corrupción y nos lo ofrecen para ayudarnos a saber qué estamos permitiendo y qué nos sucede al quedar pasivos ante los corruptos. Jamás Paraguay saldrá del subdesarrollo si mantiene el estado actual y el ritmo de crecimiento de la corrupción. La corrupción está esterilizando a los partidos políticos, que a toda velocidad han perdido su identidad y han olvidado su misión de trabajar para el Bien Común. Miles de millones urgentemente necesarios para promover puestos de trabajo, para educación de alta calidad en todos los niveles, especialmente en la Educación Superior, se derrochan entre creciente cantidad de partidos políticos y creciente derroche en el Tribunal Superior de Justicia Electoral, para convertir la acción de los partidos en organización politiquera de elecciones permanentes.
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En tiempos de corrupción crece la inseguridad ciudadana, los proyectos sociales atienden a los síntomas, no eliminan las causas reales de la pobreza y la inequidad. El Estado no trabaja a largo plazo, sino con políticas de inmediata rentabilidad. El Estado y sus poderes se desintegran y posponen su misión. Y así un largo etcétera de efectos letales de la corrupción.
jmonterotirado@gmail.com