El aporte criollo

Existen vocablos que facilitan bastante entenderlos pero que después significan totalmente otra cosa o, por lo menos, no cumplen la tarea ni la función para las que fueron creados. Me explico con una palabra como “armario“, una especie de mueble o sitio destinado exclusivamente a guardar las armas. El armario corresponde hoy a un sitio en donde se deposita cualquier cosa pero nunca un arma.

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Estamos en el mes de setiembre que deriva del latín septem (siete) por ser originalmente el séptimo mes del año de acuerdo al antiguo calendario romano y que se iniciaba en marzo. Los romanos aceptaron el calendario juliano pero, respetando algunos nombres, setiembre pasó a ser el noveno mes.

La primera palabra americana pegada a la lengua castellana fue el de “canoa” que también Cristóbal Colón describió como la embarcación que usaban los aborígenes. Y Colón hizo el primer contacto con los taínos de las Antillas quienes llamaban “uragán” a las tormentas de ese sitio y que después los navegantes españoles denominaron huracán. Otra palabra taína se trataba de “macana” que consistía en el arma hecha de una gruesa vara de una dura palma y usada por sus temibles adversarios, los caribes.

El caríbal, de Caribe, se transformó en el feroz antropófago de las Antillas en caníbal y se rescatan muchas palabras que los nativos de entonces cruzaron con los exploradores españoles como: guayaba, caoba, guacamayo, Jamaica, papaya, maíz, papagayo, iguana, maní, tiburón, piragua, yuca. Pero, Daniel Balmaceda, un porteño que comenta estas cosas, explica que la palabra que más gustó y dio la bienvenida a los navegantes fue la “hamaca” y uno de los grandes hallazgos con el que se topetaron en aquellos primeros momentos. Los marinos dormían en el piso de los barcos y las condiciones sanitarias no eran de la mejor ya que también las ratas y cucarachas formaban gran parte de la tripulación.

A partir de ese momento las condiciones de vida durante el viaje de los marinos tuvieron parabienes ya que dormían suspendidos en el aire y maravillados con el tan sencillo invento de los nativos. Es probable que la hamaca tuviera su origen en el Paraguay por el tan poco apego al esfuerzo y que hasta nuestros días se ve reflejada esa apatía en todo el territorio nacional.

El chocolate de los aztecas maravilló a Hernán Cortés, así como el cacao, el cacahuete, el tomate y el aguacate (palta en idioma quechua). Tizatl era una arcilla blanca que usaban los aztecas para escribir. En España se conocía como gis, y como no solo en el Guairá nos manejamos por el revés, los españoles hoy llaman tiza a la gis y en México le dicen gis a la tiza.

Rescato el término mapuche de “vuriloche.” Vuri es detrás, lo es médano y che es gente y dio origen a Bariloche (Argentina). Del mapuche se rescata la coca, zapallo, locro, cóndor, totora, poroto y mate. El tampu era sitio de ordeño de las vacas y pasó a ser tambo. Y el Pilcumayo (río rojizo) que tanto acá rasy ya nos dio.

Guarán era un gran cacique en el Paraguay, al morir le sucedió su hijo Guarán-í, de donde parece surge el nombre de “guaraní” y también aportamos algo a la lengua española como yacaré, yguazú, tatú, yarará, tucán, yapeyú, ñandú, chiripá, ananá, jaguar (de yaguareté), ombú y pororó.

En la antigua Grecia llamaban “idiotes” a los que, por falta de educación, no podían ejercer ningún cargo público. Los romanos aceptaron el término por la debilidad mental que tenían los idiotes. Demás está decir que idiotes le dio vida a los idiotas y ni que decir a la función pública del Paraguay...

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