El buen gobierno desfinancia la corrupción

El presidente electo, Mario Abdo Benítez, y su equipo tienen la inmejorable oportunidad de beneficiar a la población con la puesta en ejecución de políticas que, de ser correctas, tendrán como resultado un buen gobierno.

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El buen gobierno “...no es el más grande, el que regula la economía o el que presta más ayuda a empresarios y campesinos, sino el gobierno limitado, austero y transparente”, decía Porfirio Cristaldo Ayala. 

Significa, igualmente, aprovechar las oportunidades ofrecidas al país en el campo internacional y nacional, con administradores gubernamentales (políticos y técnicos) persuadidos de que las medidas políticas y económicas inciden sobre la calidad de vida de la gente, en especial en países como el Paraguay debido a su condición de menor desarrollo. 

En el mundo actual se acabó el viejo y mal concepto de la autarquía económica. Las naciones no son compartimientos estancos, sino parte de un mundo global donde se compite por más y mejores señales de certidumbre, confianza y seguridad. Dicho esto, si Mario Abdo Benítez desea de su gestión un buen gobierno, deberá empezar por percatarse que Paraguay es parte de una región de incertidumbre generada por Brasil y Argentina, miembros del Mercosur y nuestros socios comerciales más directos. 

En estos dos países no se han llevado a cabo precisamente bien lo relacionado a la estabilidad de las variables macroeconómicas, situación diferente al nuestro. Este dato es motivo suficiente para que el nuevo gobierno no caiga en la tentación de imitar lo que se hace mal, como el de aumentar los gastos más allá de los ingresos, elevar el endeudamiento y hasta los impuestos, como parece ser en este último punto la sugerencia, por cierto equivocada, de organizaciones que mencionan acerca de una posible reforma tributaria. 

En lugar de castigar a los contribuyentes con más cargas, aquí es preciso hablar con la verdad. No hay países pobres sino mal administrados. Paraguay es un ejemplo, pues desaprovecha oportunidades para atraer el capital extranjero y elevar el ahorro interno debido a la inutilidad y a la corrupción de nuestros mismos gobernantes que prefieren seguir privilegiando una estructura estatal costosa e ineficiente. ¿Por qué no se radican todavía más las inversiones foráneas y no se eleva el ahorro interno de los paraguayos para así contar con más y mejores empleos?

La respuesta está en que el propio Estado es una fuente de corrupción que, como acertadamente lo define Transparencia Internacional, es el “abuso del poder para beneficio propio”. Esto es lo que el ciudadano común vive y padece todos los días apenas transita por las calles de las ciudades (cuestión municipal) y cuando el servicio de seguridad y justicia es tan ineficiente y costoso (cuestión del gobierno central). 

¿Qué hacer con este flagelo? La respuesta está en desfinanciar a los corruptos, cortarles los víveres de los que se alimentan. Si el presidente electo está decidido por hacer un buen gobierno deberá desfinanciar la corrupción haciendo del Estado una organización eficiente en seguridad y justicia para que la libertad económica acreciente el capital y el trabajo.

(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalismo”. Asesor de la Asoc. Paraguaya de Universidades Privadas (APUP).

vzpavon@yahoo.com

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