Solemos amenizar con chistes este día, mientras conservamos la costumbre de compartir en familia, o donde nos toque, un suculento jopara. Lo que no hace ninguna gracia son aquellos que no son ejemplo de trabajo pero se suman al ritual; cuánto descaro pedir que no les falte el alimento. ¿Acaso la conciencia vendida, la haraganería pagada, la prostitución y tantos otros males que carcomen nuestra estructura socioeconómica tienen algún miedo del Karai Octubre?
En contraposición a las “luchas”, como la de funcionarios públicos exigiendo aumentos injustificables, hay niños hambrientos hasta llegar a convertirse en delincuentes, mamás desnutridas salvan a sus bebés amamantándolos, ancianos subsisten con mendrugos de pan, hombres en edad productiva no tienen forma de llevar la comida a su familia.
En nuestro país no hace falta esperar detallados análisis ni estadísticas oficiales para saber que hay pobreza crítica. Se ve, se siente. Y aquí no hablamos de la hambruna del espíritu e intelecto, que merece comentario aparte, sino de comida para el cuerpo, la indispensable para tener fuerza física, para trabajar, vivir y desarrollarse normalmente.
El hambre es lo que ha llevado a millones de paraguayos al exilio durante décadas, cuántos paraguayos emigran para trabajar durísimo en empleos que su propio país no les ofrece y luego, si regresan, regresan a la incertidumbre.
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El Karai Octubre hace mucho salió de la leyenda y se hizo piel y huesos en compatriotas. Hay gente que come deficientemente o que no come, negar esto porque yo tengo buena comida en mi mesa, es una postura desgraciada y limitante.
Todavía el entendimiento de la clase media va a paso de carreta, cuando debería ser la clase más crítica y organizada; sin embargo, retrocede cada vez que se desliga de los pobres, asumiendo que es “problema ajeno” o “no quieren mejorar”. Es cierto que hay personas pobres porque son perezosas, pero generalizar es hacer la de Poncio Pilato.
Nunca será el camino la condena ni el desprecio, hay personas que tienen terror de cualquier pobre que se acerca a pedir una moneda.
En la rica naturaleza paraguaya hay una verdad invariable y es que ni una sola persona debería estar revolviendo tachos de basura, ni un solo productor debería perder sus cosechas por no venderlas, ni un solo artesano debería regalar su trabajo. “Casi todos los crímenes que castiga la ley se deben al hambre”, dice René de Chateaubriand. Para pensar.
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