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Muchos proyectos, como del Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental (Senasa) o el Centro de Interpretación del Gran Chaco o el mismo acueducto, son adjudicados a empresas que por primera vez pisan suelo chaqueño. Es por eso que no aguantan y no cumplen los contratos con el Estado, convirtiendo las construcciones en “elefantes blancos” o en obras de nunca acabar.
Y a muchos sorprende que el gobierno quiera invertir montos considerables para recuperar la Transchaco en una región donde “no hay nada”.
Pero, para que lo sepan, el Chaco cambió en los últimos 20 años. Se convirtió en zona capaz de producir no solamente la mejor carne para exportación, sino hortalizas para consumo humano, que nunca antes se había plantado en el centro de la Región Occidental. Existen más fábricas, supermercados y una incesante migración desde todos los rincones del país hacia el Chaco Central, en busca de trabajo.
El sector privado sigue siendo el principal motor del desarrollo chaqueño, mientras toda la infraestructura pública, vial, energética, salud y educación, está rezagada, no por falta de dinero, sino por falta de voluntad política. Hoy existen algunos sectores públicos que intentan tomar el Chaco en serio, como el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), que desde algunas semanas atiende a los indígenas, por primera vez, en la zona misma.
El Chaco hoy es de alto potencial productivo, un puente para la exportación bioceánica, clave para el futuro del país, siempre y cuando las políticas públicas finalmente lo incluyan en sus agendas.
mduerksen@abc.com.py