El difícil tránsito de los partidos

Las elecciones por lo general son el mejor termómetro para entender los humores de la sociedad, comprender el desarrollo social y los anhelos de la población. Son los momentos únicos en que las agrupaciones políticas logran entender y sintonizar con las necesidades de la gente.

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En 2008 la mayoría de los paraguayos estaban hartos de los gobiernos colorados. Querían algo distinto, que no necesariamente fuera mejor, y eligieron a un obispo como presidente de la República. En 2013 estaban cansados del manejo discrecional y volvieron a creer en los colorados, o más bien en el candidato colorado, y devolvieron la presidencia a la ANR.

El cambio de gobierno sorprendió a muchos que consideraban que la sociedad paraguaya no permitiría que los colorados retornaran tan rápido al poder central. Los liberales y los sectores de izquierda que estaban aliados en el gobierno no comprendieron los tiempos que vivían. No supieron preparar sus estructuras políticas para atender los nuevos momentos políticos.

Algo similar está pasando ahora con los principales partidos políticos después de las elecciones municipales.

La conducción liberal apoyada en el triunfo en decenas de municipios cree que no es necesario hacer ajustes. Que todo está en orden. Que es correcto salir a respaldar institucionalmente a un liberal altamente cuestionado como Alberto Ramírez Zambonini y que después no va a pasar nada.

Se oponen a la elección de autoridades partidarias. Aseguran que no es el momento de atizar las diferencias internas. Que es más conveniente aquietar las aguas. Cuando en realidad lo que buscan es mantener el control partidario de cara al 2018, pero, aún más importante, impedir el surgimiento de nuevas figuras.

En el Partido Colorado la dirigencia hasta ahora demora hacer una revisión seria de la derrota en las elecciones municipales. Sus figuras públicas prefieren hacer piruetas para contentar a las bases, pero hacen poco para encontrar los motivos de la derrota. Saben que hacer una revisión justa significará dejar de lado a antiguos amigos, dar lugar a una nueva generación y poner en riesgo el control partidario.

Los colorados disidentes prefieren tomar el momento como la oportunidad imperdible de consolidar posiciones de cara a las elecciones de 2018. En esa pequeña batalla consideran al gobierno como el enemigo a batir, aun cuando ello signifique que los colorados en conjunto pierdan espacio.

Colorados y liberales tienen un punto en común, ninguno comprende acabadamente los tiempos que está viviendo la sociedad paraguaya. No sintonizan con los electores. No comprenden el nuevo alfabeto social y se aferran con ganas a los modos de una política que es rechazada por la mayoría de los paraguayos. Creen que la prebenda y los colores siguen siendo determinantes, cuando realmente la gestión es la que marcará el respaldo o la condena.

No es casualidad que Mario Ferreiro haya ganado la intendencia de Asunción o que Luis Yd haya sido electo en Encarnación. Ambos enfrentaron a enormes estructuras partidarias, pero aun así salieron victoriosos porque sus equipos políticos comprendieron mejor las urgencias ciudadanas.

Los dos principales partidos políticos viven tiempos difíciles. Aceleradamente van perdiendo sustento. Ya no es seguro que la maquinaria electoral responda como en otros tiempos y la victoria cada vez es más incierta. Los sectores de izquierda reaparecen de nuevo en la vida política del Paraguay como opción de poder.

La disputa será dura. Llevará su tiempo y definirá el nuevo ecosistema político.

ogomez@abc.com.py

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