El esfuerzo y el sacrificio

Cuando se viaja por casi todo el Paraguay se puede hablar con propiedad sobre las propiedades que tiene el paraguayo. No hay redundancia porque hablo de los sitios, patios, casas o terrenos que cada ciudadano cuenta y es propietario de esas tierras.

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Salvo algunas raras excepciones vemos que muy pocas casas cuentan con un pequeño arreglo de plantas y con el plus de algunas especies de jardín. Es más, es notoria la ausencia de árboles o arbustos que por lo menos acicateen la necesidad de contar con alguna cobertura y den sombra durante la larga estación estival que campea en este país.

En las villas construidas en el Paraguay parece que cobijarse debajo de algunas hojas no debe interesar y que al permanecer dentro de sus habitaciones debe extenderse los rigores del calor y el sufrimiento que deben padecer sus inquilinos. Pero reconozco el loable accionar de los muchos gobiernos que pasaron en otorgar techo y entender la gran deficiencia de cobertura que tiene el paraguayo. También los inquilinos rehúsan colocar alguna plantita alrededor de su casa. Ya es demasiado esfuerzo, se entiende. Le sugiero a la Senavitat entregar sus casitas con algunas plantas instaladas porque pedirle al paraguayo que siembre ya es demasiado esfuerzo y sacrificio.

En el campo se divisa el mismo cuadro y es peor ya que la cuestión consiste en trasplantar nada más alguna especie arbórea que tiene en sus narices y de la variedad que quiera y elija. También es demasiado esfuerzo y sacrificio. Se ven casas rodeadas de la nada y uno se imagina lo que soporta esa familia dentro del pequeño espacio tapado con chapas de zinc. Lo único que en esa casa debe haber es el calor hogareño, que también vale. Sacar del monte que le rodea una planta de lapacho, de guajayvi, laurel, canela o poner algún mango, aguai, guavira o níspero significa gran esfuerzo y enorme sacrificio.

A lo largo y ancho de este país se ven más espacios para el vóley que un espacio hortícola o un lugarcito que soporte algunas plantas ornamentales. Al pasar por Campo 8, en Ruta 7, y ver los jardines de los menonitas parece que se pisara otro país. No solo por la huella que deja el esfuerzo del trabajo, sino por el pacto que hace esta gente con el sacrificio de contar con una casa rodeada de árboles, de flores y plantas de ornamento. Es otro mundo después de sortear casas enriquecidas de yuyales y barbechos y ver en la silla recostada contra la pared de su casa sobre dos de su patas al paraguayito observando el movimiento vehicular, descansando justamente en el departamento del trabajo, pero también es un sacrificio sentarse durante la mañana y tarde sobre una dura silla.

Tuve la ocasión de disertar una vez más durante la exitosa Expo Flora que organiza este diario todos los años desde hace siete. Se nota el progreso que tiene la producción de plantas de este orden en el Paraguay. Taiwán aporta su experiencia para el efecto y alguna que otra gente y empresas del país para entregar las ventajas de su producción.

El Paraguay gasta cerca de 8 millones de dólares al año trayendo flores del extranjero, y hubiéramos gastado mucho más si los taiwaneses no nos hubieran dicho y demostrado que este clima paraguayo, su agua, su suelo y su enorme mano de obra ociosa pueden lograr orquídeas, rosas, claveles, lirios, crisantemos, santa ritas, tunas, bonsáis y muchos otros rubros sin tanto sacrificio y esfuerzo.

La capacitación es la reina del saber, nadie nace sabiendo y, como ABC Color, bien se puede enseñar a la gente las bondades económicas y relajante actividad de la floricultura. Y en vez de los motines carceleros, la muerte de nuestros jóvenes y la quema de colchones, es mejor quemarles sus pestañas con el pequeño sacrificio y esfuerzo de enseñar y aprender la floricultura.

Pero eso ocurrirá cuando este país deje de ser un quemo...

caio.scavone@abc.com.py

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