Las organizaciones feministas que dicen luchar contra la violencia hacia la mujer no emitieron comentario alguno al respecto tras la sentencia; eso ocurre con todos los casos que no llenan los requisitos de femicidio, ya que, aunque el crimen fue consumado por un hombre, lo planeó y pagó una mujer, y esto descompone su ecuación. Un comentarista de la noticia escribió en el Facebook: “Yo solo veía esto en Mujeres Asesinas; había sido que pasa en la realidad”. Valga la gran aclaración que la excelente serie argentina revive casos reales. Hay mujeres que matan o mandan matar; esta cara de la moneda tiene que visibilizarse.
Superando el vacío que hace la ideología de género al asesinato de mujer a mujer, lo importante es que este caso despertó indignación general, y eso es una señal positiva, porque fortalece la unión ciudadana contra la barbarie.
Por otro lado, este crimen es un ejemplo doloroso de que nadie está exento, hombre o mujer, rico o pobre, de ser ultimado por quien menos se espera.
Como parte personal, quisiera contar que conocí a Sonia; fue mi compañera en el probatorio de la UCA. La recuerdo alta, fuerte y sonriente. Los años nos separaron, y cada una siguió su profesión. No volví a verla, pero en el tiempo que compartimos la percibí muy lejos de ser una persona con quien no se pudiera conversar o llegar a un acuerdo. La miré, tras lo ocurrido, en sus últimas fotos: estaba feliz. Recordé una reflexión del Adriano de Yourcenar: “...desde ese momento pensó siempre con un poco más de piedad en la gente que moría sin haber cumplido por completo su destino”.
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Desconozco cuánto Sonia conocía la personalidad de su secretaria, pero sin dudas jamás la consideró un peligro mortal. Total insensibilidad reflejan los chats de Maidana, a quien inexplicablemente no se agregaron los 10 años más por seguridad.
A Sonia la mataron a traición y premeditadamente, y como ella, nadie sabe en qué mente se puede estar gestando el mal, incluida la propia, si no nos cuidamos. Todos, desde nuestros credos, debemos reconocer los demonios que viven en nosotros y tratar de, si no matarlos, debilitarlos de hambre y sed. Nadie en este mundo debe promover, planear ni desear la muerte de otra persona.
Querida Sonia, nada más se puede decir. Que descanses en paz, y que la vida que te fue arrebatada tan brutal y cobardemente inspire a la justicia paraguaya para crecer en honestidad y firmeza.
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