El fonacidio

En sesudas conversaciones entre amigos –ya no sé si a altas horas de la noche o a bajas horas de la madrugada invernal– en la heladería y bodega Chaplin de mi barrio Ybaroty de Villarrica, hemos llegado a la fría conclusión de que el Presupuesto General de Gastos que tiene el Paraguay solo sirve para pagar gastos rígidos y algún que otro esporádico y flexible egreso que solamente, al final, sirve para propinas. Cualquier intención que alguien tiene de construir algo, reparar algo, de obtener algo, de modificar algo, implementar algo, de ampliar algo, quedará en algo sin realizarse por algo referente a la falta de fondos o por estar en el fondo, y a la derecha en muchos casos.

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¿Y qué nos queda? Seguir extendiendo los brazos para que con ambas manos recibamos lo que nos oferta la solidaridad foránea, en clara señal del blando corazón que les palpita en pos de continuar ayudando al Paraguay. Y no nos resta más que seguir aceptando y dando la bienvenida a los aportes fraternos de “nuestros hermanos” que viven después de nuestras fronteras. En la medida que estén más alejados son más hermanos y entrañables todavía. Es el caso de taiwaneses, coreanos y japoneses.

Seguimos recibiendo y hasta sobreviviendo del apoyo y respaldo de otros países. Así recibimos laptops, ambulancias, helicópteros, empedrados, efectivo para infraestructura con alguna contraprestación que a veces ni pagamos.

La Alianza Público-Privada (APP) sonaba a solución de muchos déficit que acogotaban y siguen oprimiendo al país y parecía que íbamos a tomar el rumbo del progreso hasta que surgieron los palos, no verdes, en la rueda del avance y todo quedó, como ya es una tradición autóctona y arraigada en el Paraguay, en el opa rei.

La venta de bonos es una fuerte fuente de conseguir dinero pero que con un ligero descontrol de su uso eficiente, corre con el riesgo de formar parte del Presupuesto para su devolución, y las obras no quedarán a la vista sino con el visto bueno de las muchas “infraestructuras realizadas” que solo adornan los libros y comprobantes contables de las instituciones estatales que siguen apuntalando la gran corrupción de este país.

¿Quién apareció para defendernos de las múltiples necesidades? ¿Un Chapulín Colorado? No, aparecieron las empresas binacionales e hidroeléctricas que, con sus fondos de ayuda subsidian desde construcción y refacciones de escuelas, de vías de comunicación, becas a estudiantes, subsidios a partidos políticos, a los que pescan y pecan en los ríos, a reforestar, a municipalidades y gobernaciones corruptas, viviendas y hasta paga contenedores para oficinas de la podrida aduana paraguaya. Y siguen las firmas...

El Fonacide (Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo) se creó por Ley 4758/2012 en compensación de la energía de Itaipú que se da al Brasil. Los millones entregados a las gobernaciones y municipalidades, una más corrupta que la otra, sirvieron para corroborar lo podrido e inmundo que son muchos intendentes y gobernadores de este país.

El 50% de estos millones debieron destinarse a construir, mejorar, remodelar y equipar locales educativos y el 30% dedicado a la merienda o almuerzo para los alumnos de la educación inicial y la básica en las escuelas oficiales en estado vulnerable. Lo vulnerable resultó ser Itaipú que, con su dinero fresco, nos refrescó el elevado grado de corrupción que a la mayoría de los gobernadores e intendentes les caracteriza.

No sé qué ocurrirá cuando el Fonacide desaparezca del bolsillo de la perrada. No habrá candidatos probablemente y se tendrá que trabajar e ingeniarse para conseguir ingresos ya que hay pueblos que recaudan menos que su misa dominical y si solo esperamos empaparnos con la plata dulce de Itaipú para malgastar, estaremos colaborando con el fondo para desarrollar el suicidio nacional. Mitad fondo y mitad suicidio...

caio.scavone@abc.com.py

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