El gobierno de Trump: ¿una plutocracia?

El presidente electo Donald Trump ha elegido un gabinete dominado por magnates corporativos sin ninguna experiencia en el gobierno ni paciencia para recibir lecciones de historia. En otras palabras, estará rodeado de gente como él.

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No hay nada malo en nombrar a líderes empresariales exitosos, en vez de a burócratas, para los cargos más altos del gobierno: de hecho, es una vieja tradición estadounidense. Cuando el presidente Dwight

Eisenhower nombró al presidente de General Motors, Charles Wilson, como secretario de Defensa en 1953, dijo la famosa frase de que “lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”.

Pero la historia ha demostrado que lo que es bueno para las grandes corporaciones no siempre es bueno para Estados Unidos. La prioridad de las empresas –con razón– es obtener ganancias a fin de año, mientras que los gobiernos deben pensar a largo plazo y hacer respetar los derechos civiles y las reglas ambientales para prevenir potenciales desastres para las futuras generaciones.

Como secretario de Estado, Trump postuló al presidente de ExxonMobil, Rex Tillerson, de 64 años, quien ha pasado toda su vida adulta en ExxonMobil. Es conocido principalmente por su relación cercana con el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin, quien en 2013 le concedió la Orden de la Amistad del Kremlin.

Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otros grupos de derechos humanos están horrorizados por el nombramiento de Tillerson. Además de sus estrechos vínculos con Rusia, Tillerson ha cultivado la amistad de los líderes de Arabia Saudita, Qatar, Guinea Ecuatorial y otros países que están entre los peores violadores de los derechos humanos.

Y los grupos ambientalistas también están consternados: aunque Tillerson finalmente reconoció en 2012 que las emisiones de CO2 tienen un impacto en el calentamiento global, Greenpeace dice que bajo su mando, “Exxon supervisó una de las campañas más grandes y costosas de negación del cambio climático”.

Para la Secretaría de Comercio, Trump escogió a Wilbur Ross, de 79 años, un multimillonario que es un firme crítico del TLCAN y otros acuerdos de libre comercio. La selección de Trump para la Secretaría de Trabajo es Andrew Puzder, de 66 años, el presidente de la cadena de restaurantes de CKE, quien se ha opuesto a intentos de elevar significativamente el salario mínimo.

Como secretario de Energía, Trump nombró al exgobernador de Texas Rick Perry, de 66 años, quien una vez propuso eliminar la agencia que ahora dirigirá. Para la Agencia de Protección Ambiental, Trump nombró al fiscal general de Oklahoma, Scott Pruitt, de 48 años, un escéptico sobre el cambio climático, quien ha presentado repetidamente demandas contra la oficina que ahora encabezará.

Para la Secretaría de Educación, Trump eligió a la empresaria multimillonaria Betsy DeVos, de 58 años, una entusiasta de alternativas privadas para la educación pública. Para la Administración de Pequeños Negocios, Trump escogió a la expresidenta de la empresa de lucha libre WWE, Linda McMahon, de 68 años, quien ha apoyado propuestas para fusionar la APN con alguna otra agencia gubernamental.

Mi opinión: lejos de ser un gobierno de “outsiders” que “limpiará la ciénaga” de Washington, como lo prometió Trump, esto se parece a una plutocracia –un gobierno de superricos con poco conocimiento o experiencia en asuntos gubernamentales y un enorme potencial para conflictos de intereses–.

Será el gabinete de gente más rica de la historia reciente, y el de menor diversidad. Hasta ahora, de los 17 puestos de rango ministerial anunciados por Trump, solo cinco de ellos no son hombres blancos. La conductora de MSNBC Rachel Maddow ha señalado que la línea de sucesión presidencial ahora consistirá en 12 hombres blancos.

Trump será el primer presidente en la historia de Estados Unidos en asumir el cargo sin ningún tipo de experiencia en el gobierno o el servicio militar. Teniendo esto en cuenta, se habría beneficiado de nombrar un gabinete más equilibrado, con más gente –aparte de algunos generales– que han servido en cargos públicos.

Debería haberse rodeado de por lo menos algunos ministros que sepan cómo hacer aprobar leyes en el Congreso, o con conocimiento de las agencias que dirigirán. Pero hizo todo lo contrario, y es un error que le va a costar caro.

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