El gran desafío de nuestra diplomacia

El idilio de Donald Trump con López Obrador (AMLO), presidente electo de México, es parecido al que protagonizó brevemente con el tirano Kim Jong Un.

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La atracción es mutua, y AMLO es un izquierdista que ya no recuerda los dos años de desprecio e insultos que sufrieron los mexicanos.

Tampoco lo impresiona la rudeza con que Trump dispone de la política externa estadounidense, como si fuera uno de sus edificios o sus campos de golf.

Trump busca convertir la renegociación de su acuerdo de libre comercio con Canadá y México en negociaciones separadas con cada uno de esos países.

Y como detesta al sofisticado primer ministro canadiense, Justin Trudeau, corteja al mexicano y aprovecha sus abiertas muestras de simpatía.

Las consecuencias de este vulgar ménage à trois están a la vista: 1) AMLO ha desairado la invitación de los presidentes sudamericanos a la Cumbre de la Alianza del Pacífico en Puerto Vallarta; 2) el actual canciller mexicano ha tenido que reunirse con su par de Canadá para asegurar que la negociación del NAFTA será siempre trilateral (veremos si el gobierno sucesor cumple el compromiso del que lo precede).

El problema es importante porque hemos asumido la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico (AP), que sería afectada por un posible debilitamiento del interés de México.

De ahí la necesidad de 1) priorizar nuestra relación bilateral con Canadá y culminar las negociaciones de la AP con ese país, Australia, Nueva Zelanda y Singapur; 2) apurar las tratativas con Corea del Sur para integrarla a la AP; 3) ser estrictos en la negociación con MERCOSUR para que el acuerdo comercial que convengamos no socave la firme apuesta de la AP por la libertad en el comercio y los mercados, que no son políticas del MERCOSUR; y 4) dar ejemplo de dinamismo en el cumplimiento de lo acordado en Puerto Vallarta.

La experiencia gubernamental y la fibra empresarial de Sebastián Piñera suman a su condición especial de “presidente decano” en la AP (acaba de anunciar que la inversión privada en Chile ha superado el 600%(¡!), a solo cinco meses de llegar a La Moneda).

El fervor de Piñera debe estimular el protagonismo del presidente Vizcarra y una estrecha coordinación con Santiago; similar a la que tendremos con la Colombia del presidente Duque, próximo a asumir su mandato el próximo 10 de agosto, rodeado de los mandatarios de la AP en Bogotá.

Será otra oportunidad para que Vizcarra destaque como presidente y vocero de la Alianza, en un momento crucial para la región.

Es difícil de creer que Brasil —campeón de las barreras no arancelarias y otras medidas proteccionistas— se convierta al libre comercio. Pero no es imposible.

Una AP ampliada con cinco países del Asia-Pacífico (incluyo a Corea) y los que se agreguen en el futuro compensaría los efectos de la guerra comercial USA-China, fortaleciendo su capacidad de negociación con los inmensos mercados orientales de la APEC.

Trump y AMLO coinciden en que “la mejor política exterior es una buena política interna”.

Es una jaculatoria nacionalista y populista nefasta.

Su traducción en EE.UU. es una antipolítica comercial que reducirá el empleo y causará graves problemas a las empresas norteamericanas instaladas en China.

Si este pronóstico se concreta antes de las elecciones legislativas del 6 de noviembre o las presidenciales del 2020, seguramente se frustraría el segundo mandato de un presidente que, con ignorancia arrogante e insoportable malcriadez, está provocando el desmantelamiento institucional de su país y del orden internacional que promovió después de la II Guerra Mundial.

[©FIRMAS PRESS] *Diplomático peruano.

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