El juicio de los políticos

Es casi imposible no vivir o no hacer revivir a los que se fueron. Y en una ciudad como Villarrica se torna más difícil dejar de lado el recuerdo de algún ser que fue tan cuerdo. Y el drama se presenta porque fueron tantos los que brillaron y hoy son tan pocos los que quieren ser estrellas y brillar con luces ajenas.

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Ya no caminan por el Guairá un Sebastián Bullo, un Augusto Roa Bastos, un Alfonso Verdechia, los Chase Sosa y los Chase Sardi, un Luis Camino, la sangre Couchonnal, Yaryes, un Liiki Fanego y sus hermanos como Cambalo y Pochito, ya no fluyen los cromosomas con marca registrada de los Arévalos París, de los Balansá, de los Cardozo como Ramón Indalecio y su hijo Efraím, de los Girala, de los Codas como don Cosme y don Silvio y su reconocida prole, los Paganetti, los Garelli, un Manuel Ortiz Guerrero, un Carlos Martínez Gamba, un Alfredo Seiferheld, señores de la talla de un Víctor Renhfeldt, Aldo Cresta, un Fito Friedmann, Dimas Aranda, el maestro Spezzini, un Ramón Haitter, los Mussi, don Juan y Delfor junto a los otros Boggino, Pedro Guggiari y su larga descendencia, un brasilero que se hizo villarriqueño, Jorge López Moreira y dio origen al apellido en el Paraguay, don Delfín Chamorro y un monseñor como Agustín Rodríguez.

La lista es inmensa y en mi mente ya no entra tanta espera. Vivimos apurados y ya somos presas del tiempo y del alemancito que aparenta tan buenito mientras no nos carcoma las neuronas y ocupe silenciosa y peligrosamente nuestro cerebro. Pero para que el listado suene dulce y contagiosamente agradable debo mencionar con tono y en clave de sol el ADN musical con que nos enriquecieron don Félix Pérez Cardozo, Eladio Martínez, Cayo Sila Godoy, Alejandro Villamayor, Diosnel Chase, Ampelio Villalba, Aníbal Chilavert, Maelo y Miguel Gómez, Prudencio Giménez, Oscar Barreto Aguayo, Cristino Báez Monges, Gumersindo Ayala Aquino y don Federico Riera, quien adquiriera sin ningún costo su pasaporte y visa como villarriqueño. Sé que lloverán quejas al no incluir a sus tíos y abuelos que también tanto hicieron por prodigar al Guairá los acordes tan dulces e incomparables que le dan el sello musical de marca registrada que tiene este pequeño Cuarto Departamento.

La pequeña lista de quienes bien chutaron y buscaron el arco contrario puede sintetizarse en un Edelmiro Arévalo, Ivon Poissón, Atilio López, Víctor Buzarquis, Agustín Álvarez, Reinaldo Portillo, Esteban Haitter, Guido Montalbetti, Delio y Pychãi Meaurio y al incomparable Rubén Fernández, campeón y capitán en Lima 1953.

Hoy son muchos los que chutan en contra, cantan y tocan en nota falsa y opacan al Guairá y sobre todo a mi querida Villarrica. El brillo y el oro de Paso Yobái les obscurece y estamos en boca de todos y vivimos bajo el espectro de una obra ilusoria y de un sainete para la risa de todo el Paraguay.

La comedia suena triste, hipócrita, a farsa y simulada. El cambio y el adefesio de un gobernador que se va y regresa, que viene y se va y que se va para venir ya supera el esperpento, lo grotesco, lo extravagante y el hazmerreír. Esta ciudad no se merece tanto manoseo de los que tienen la lapicera, de los que presentaron la renuncia, de quien renunció o no renunció, de los que argumentan que es la verdadera firma ni de los que certifican que es una firma y renuncia inventada.

Amén de la risa general de todo el planeta, esta comedia sirve para dogmatizar que las instituciones sirven para la nada en este país. Todo se maneja al antojo de los que mañana serán también la nada y sus ataúdes serán más importantes que los muertos.

Soy apenas un ingeniero agrónomo, pero sé que a una autoridad se le cambia con un juicio político, pero quien quiera cambiar debe ser un político con juicio...

caio.scavone@abc.com.py

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