El lenguaje de la ofensa

Cuando se instalan temas espinosos en la sociedad, y hay millones de personas con diferentes grados de educación o ninguna instrucción, formados empírica o científicamente, adoctrinados o no, religiosos o no, es cuando entramos en un desorden total. Al final siempre acaban formándose dos bandos que terminan abocados a ofenderse. No olvidemos que están además los indecisos, los silenciosos, los no me importa, los qué gano yo, y así podemos encontrar muchos grupos más. Las redes sociales tienen dos líneas: familiar, corazoncitos y bendiciones o campos de batalla nefasta. Lejos de las apasionantes narraciones de las batallas de los antiguos imperios, hoy la historia y armas son otras. Se hacen competencia de ofensas, lamentablemente sin demasiado ingenio. Abundan las groserías y los ataques personales. Esto es pues, además del desequilibrio emocional, una falta de recursos en el lenguaje y las ideas. No somos un pueblo que enriquezca sus argumentos, aunque sí nos sale muy bien el sentirnos ofendidos o discriminados.

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Nuestra falta de vocabulario y expresividad hace repetir lo que otros dicen. “No ofende el que quiere sino el que puede”, reza un viejo refrán.

Pero veamos qué es una ofensa. Una ofensa se activa cuando alguien manifiesta algo que denigra a otra/s personas. El ofendido se crea cuando lo que se dijo contra él no es la verdad, por lo tanto, lo considera una injusticia.

En el campo de las relaciones sociales el que ofende es considerado un irrespetuoso. Posiblemente también una ofensa provoca una defensa. Así entonces se inicia un guión casi teatral en el que –hablamos de las redes– si no somos los contrincantes, somos espectadores con posibilidad de intervenir a favor o en contra (raramente alguien pacífica).

Una ofensa puede no solo ser verbal, también puede ser gráfica. El ofendido siente que se intenta atentar contra sus valores y creencias.

La ofensa también puede sentirse individualmente, es decir, ser subjetiva: la siento yo más que los demás, porque soy susceptible, porque he vivido tal situación, enfermedad, tengo tal defecto, etc.

Tomando brevemente el tema de la ideología de género, ¿por qué surgen las cruentas ofensas? Pues porque lo que para unos es pecado, porque contradice las leyes de Dios (además de las personas que no son creyentes pero tampoco comparten esta ideología), para otros la base religiosa o moral no tienen fundamento científico, por lo tanto, no existe pecado, culpa ni falta. Ambos parten de diferentes puertos y conceptos.

Buscar significados en el diccionario (a la antigua) antes de comentar, nos ayudará a comentar mejor, y sobre todo a no ser utilizados por los divisionistas sociales.

Les dejo un pequeño extracto del libro de sinónimos y antónimos (tome cada quién lo suyo): “El yerro es genérico, el error, intelectual; la falta y el extravío, morales; la culpa y el pecado, religiosos. Nos lamentamos de nuestros yerros. Abjuramos nuestros errores. Tenemos remordimiento de nuestras faltas. Nos avergonzamos de nuestros extravíos. Lloramos nuestras culpas. Expiamos nuestros pecados. El yerro debe corregirse. El error, rectificarse. La falta y el extravío, enmendarse. La culpa y el pecado, arrepentirse. (Roque Barcia, filósofo y lexicógrafo español).

lperalta@abc.com.py

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