El mal gusto de no morirse

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SALAMANCA. Se ha echado a correr la brillante idea de aumentar la edad necesaria para jubilarse. Se desea fijarla en setenta años de vida con lo que seremos el país con el nivel de edad más alta del mundo, con excepción, quizá, de Corea del Norte donde el rechoncho dictador decide tirarles a los perros hambrientos a todos aquellos que ya no le sirven o le molestan. Como lo hizo hace un par de años con su propio tío carnal. Claro que en Paraguay vivimos en otra época, en otro momento histórico y de acuerdo principios muchos más sublimes, de nuestra historia política.

El motivo alegado es llamativamente interesante: en la actualidad el trabajador, para jubilarse, debe haber cumplido los 60 años y aportado, como mínimo, 25 años. Directivos de IPS (Instituto de Previsión Social) aseguran que el fondo de jubilaciones corre el riesgo de quebrar porque los trabajadores tienen la mala idea de seguir viviendo hasta diez años y más después de jubilarse. ¡Ya nadie se muere a los 61 o 62 años como desearía IPS! O mucho mejor si se muriera a los 60 y tres meses de modo que ello ocurra durante los trámites, largos y engorrosos, que se deben hacer para comenzar a cobrar la pensión. Siguiendo estas malas costumbres, no hay fondos que aguanten.

Una buena parte de estos pensionistas, o aspirantes a pensionistas, al cumplir los 60 años de edad han superado con creces la obligatoriedad de los años de aporte (25), ya que comenzaron a trabajar con doce o trece años como ordenanza de una empresa en la que, después de muchos años, han conquistado mejores puestos; no digo puestos extraordinarios, sino uno o dos escalones que los separan de los ordenanzas. Hasta que por fin llegan a un momento de su vida en que pueden sentarse en una reposera, abajo del mango, a tomarse un “tereré” infinito, inacabable, a imagen y semejanza de aquel personaje de Cortázar que por fin pudo sentarse a tomar un mate al lado de su calentador “primus”. Hasta que aparecen los burócratas metiéndoles prisa para que se mueran lo más pronto posible de modo que se puedan asegurar los fondos jubilatorios para que los cobre ¿quién?

Por este camino, cuando a alguien se le pregunte su edad y la confiese: “Tengo 72 años” en lugar de decirle el otro: “Qué bien se conserva. Qué suerte tiene de haber llegado a esta edad gozando de buena salud y en tan óptimo estado físico”, escuchará la sentencia: “¿No tiene usted vergüenza de haber llegado a tan viejo? ¿No piensa usted en morirse para beneficio y gloria del IPS y sus fondos jubilatorios?”. Así pues, de ser una alegría de llegar a edad madura pasará simplemente a ser motivo de disgusto, de vergüenza y de oprobio. Es que ya está dicho en la Biblia: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. No dice nada de qué manera se debe ganar uno la pensión jubilatoria.

Antes de terminar deseo hacer una pregunta: ¿cuántos años de edad y de aporte necesita un diputado o un senador para jubilarse? Ese mismo senador y ese mismo diputado que tendrán a su cargo votar el cambio de la ley de pensiones y jubilaciones lo harán sin ningún cargo de conciencia porque les resulta sumamente cómodo vivir colgados de las tetas del Estado, y les da lo mismo sentarse abajo del mango en una reposera que en el sillón de la sala de sesiones donde disfrutan de un estupendo sistema de aire acondicionado tanto en verano como en invierno. Además, sin realizar ni siquiera el mínimo esfuerzo de levantar el brazo para votar, cuando sea necesario, ya que ahora simplemente se oprime un botón y compromiso cumplido. Es más fácil que dar con un palo al agua.

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Mientras tanto, quienes han pasado las de caín toda su vida (y no voy a enumerar algunas estaciones de su vía crucis: madrugar, una hora de ómnibus tras una larga espera, ocho horas de trabajo, otra hora de ómnibus tras espera similar, las cuotas de la luz, las cuotas del agua, las cuotas del colegio, etcétera) no tendrán derecho a ninguna etapa de descanso en su larga (ojalá que sea corta) existencia. Como decía un grafitti que vi aquí en Salamanca: “Currar y consumir; consumir y currar: ¿habrá vida antes de la muerte?”.

jesus.ruiznestosa@gmail.com