El mesías esperado

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SALAMANCA. Hará unos cinco años, al actor ingles Ralph Fiennes (“El Gran Hotel Budapest” y varias de “Harry Potter) decidió llevar al cine “Coriolanus”, una de las últimas obras escritas por William Shakespeare. Pero la alteró ligeramente ya que la acción, que transcurre en Roma, la trasladó a la época presente. Coriolanus ya no es el victorioso general romano sino un general británico condenado al exilio. Esto lo empuja a pactar con su peor enemigo, Tulo Aufidio, general de los volscos y decide destruir la ciudad que en esta versión no es Roma sino Londres.

Al terminar la película se tienen sensaciones contradictorias. La principal: es, o era, poco convincente ver a aquellos guerreros a las afuera de Londres, con armas muy modernas y uniformes y enseñas con reminiscencias nazis. Era difícil creer que aquello pudiera suceder contemporáneamente o en un futuro inmediato. Menos en Londres, la democracia más antigua del mundo, cuna del liberalismo y también del comunismo. Marx escribió en esa ciudad su obra fundamental “El Capital”.

Cuando el pasado miércoles por la mañana, a causa de la diferencia horaria, me enteré que las elecciones de los Estados Unidos de Norteamérica las había ganado Donald Trump, la primera imagen que se me presentó fue la del general Coriolanus a las puertas de Londres. No fue hasta el jueves, siempre por la diferencia horaria, que los periódicos europeos expresaron su sorpresa por tales resultados. Nadie se lo esperaba. Ni siquiera aquellos que sentían simpatía por este advenedizo populista y rico empresario, pero ignorante e inexperto.

El mundo se ha vuelto más inseguro. Estamos atrapados entre peligrosos populismos de izquierda y de derecha, porque hay de los dos. En Europa tenemos, de los primeros, a Podemos en España y Syriza en Grecia; de los de derecha en Inglaterra, Polonia, Hungría... por el momento, con la amenaza de que entren en el grupo, muy pronto, Alemania, Francia, Austria y Países Bajos. En Latinoamérica tenemos a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba. Quienes creemos todavía en la libertad, en la democracia, en el valor de la inteligencia y la creatividad, ¿terminaremos aplastados entre estos dos bloques?

Hace ya más de dos siglos, en nuestro continente, figuras tan relevantes como Simón Bolívar, Andrés Bello, Antonio José de Sucre, José María Heredia, Fray Servando Teresa de Mier, Vicente Rocafuerte y muchos otros, discutían ya la necesidad de tener ciudadanos educados para poder asentar sobre ellos una democracia duradera. La preocupación de aquellos hombres ilustres cayó en saco roto. Vemos de qué manera es suficiente con que aparezca una figura que asegure ser el mesías esperado, que se proclama como el único capaz de solucionar muchos problemas y de halagar sentimientos irracionales que por diferentes motivos permanecían soterrados, para ponerse al frente de una nación y lanzarse a una aventura que no sabemos cómo terminará. Ante los discursos agresivos, violentos, insultantes que acostumbraba pronunciar Trump en sus asambleas políticas me parecía estar escuchándole al general español ya fallecido José Millán-Astray gritando en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!” dirigiéndose al escritor Miguel de Unamuno.

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Las noticias que traen los periódicos de hoy no son muy esperanzadoras. Trump se ha puesto en campaña para formar su equipo de gobierno y está buscando gente en Wall Street, el sector financiero. Es de los que piensan que la nación es una gran empresa y que si la manejan como lo hacen con sus empresas, la abundancia caerá a raudales. Este fenómeno lo conocemos muy bien en nuestro país donde los electores, engañados por esta falsa idea, llevaron a la presidencia a más de un empresario con resultados funestos en todos los campos. La nación es un fenómeno político con toda la complejidad que esto entraña. Los políticos nos caen mal y méritos han hecho para lograrlo. Lastimosamente los necesitamos y lo único que podemos hacer es tratar de controlarlos. Lo que debemos evitar es que vengan los mesías a salvarnos porque de seguro que ellos son quienes nos llevarán precisamente a la ruina.

jesus.ruiznestosa@gmail.com