El otro mejor amigo

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La vida moderna nos estresa; hay que cumplir con las imposiciones sociales y vivir como mejor podamos. Por eso es necesario tomar aire fresco, y una de las formas es a través de la lectura. El 28 de abril se ha inaugurado en nuestra ciudad la Feria del Libro 2016, que se extenderá hasta el 8 de mayo. Según leemos en las noticias, hay movimiento; la gente se acerca a buscar, a mirar, participa de alguna manera.

Trabajar los beneficios de la lectura es una de las materias pendientes y más importantes que debemos asumir, no solo maestros, sino también los padres y adultos en general. No debemos cansarnos de insistir en explotar esta capacidad en otros. Antiguamente, heredábamos los libros; nos los íbamos pasando entre hermanos, pero cada libro era un desafío y descubrimiento propios. Los que pasamos por esa época solemos enfadarnos cuando vemos a los niños y adolescentes inmersos por demás en la tecnología; sin embargo, enojarnos es batallar contra el mundo en el que esos chicos nacieron. Para ellos, un libro impreso no guarda un valor especial, incluso no les resulta un material familiar. Por el lado contrario, para nosotros que crecimos con “el libro de verdad”, las versiones digitales, libro electrónico, ciberlibro o, en inglés, “e-book” nos resultan incómodas y limitadas.

Lejos de polemizar en vano contra una generación que existe y tiene elementos y maneras diferentes de leer, lo que debe preocuparnos como formadores es qué leen y cómo lo hacen, es decir, nuestra experiencia para orientarlos en el contenido. El otro día leía unos comentarios debajo de la película “El Señor de las Moscas”; un chico escribía: “Sirve la película, yo hice el trabajo práctico del colegio sin leer el libro”.

Atentos también con las fábricas que trabajan al por mayor, con ciertos autores, cuya producción ya he visto incluso en supermercados, apilados como latas de tomate.

Sabemos que nuestra historia revela crudos datos, y el atraso que sufrimos no es fácil de superar. Aquella expulsión política de intelectuales, de maestros, se siente, décadas después, en el pobrísimo nivel educativo que sufrimos como sociedad.

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Sin embargo, la necesidad, la alegría de aprender es una fuerza que no debe ser menospreciada.

Aunque aprendemos a leer a los 5, 6 años, la labor continúa de adultos con la interpretación, la selección dentro de la diversidad de textos.

Las preguntas hacen bien en soledad y compañía: “¿Cómo y cuándo se adquiere el hábito de la lectura?”, “Si nunca leí, ¿con qué libro puedo empezar?”, “¿cuántos libros debería leer por año?”, “No logro sentir nada cuando leo una novela”. Todas y cada una son indagaciones para nuestra clarificación interior; luego, si lo deseamos, siempre hay maestros o gente lectora que puede asesorarnos. Permítanme decirles, además, que cuando se adquiere el “vicio” de leer, los propios autores nos van mencionando a otros con los cuales seguir hacia el infinito.

Leer es una de las formas más accesibles de llegar a este y otros mundos, estratos, estadios.

Aprovechemos la Feria del Libro. Seguro hay un buen amigo esperándonos. “Ante ciertos libros, uno se pregunta: ‘¿quién los leerá? Y ante cierta gente: ‘¿qué leerán?’ Y al fin, libros y personas se encuentran” (André Gide).

lperalta@abc.com.py