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En este 2017 vivimos los largos días festivos con fervor, alegría y entusiasmo. La bandera tricolor, más que nunca, flameó a lo alto, en los días de sol y cielo claro. Las escuelas, colegios, instituciones publicas y privadas se pusieron a tono, vistiendo los colores de la enseña patria. Hubo desfiles, cantos, conciertos y festivales, homenajeando tan significativa fecha. A todos y a todas nos salió el patriotismo, por los poros, por la piel y los sentidos. Sentimos correr piel de gallina por el cuerpo, porque realmente este asunto del patriotismo nos cala muy hondo y hasta se nos llenan de lágrimas los ojos cuando nos hablan del heroísmo de nuestros abuelos.
Si recurrimos al diccionario, vemos que patriotismo es el amor al suelo donde nacieron nuestros antepasados y donde nacimos los hijos. Es la raíz, la identidad, el ADN, la esencia de la paraguayidad, la historia, el presente y el futuro de la nación.
Cuando hablamos de patriotismo hablamos de nuestra cultura, de polcas y de guaranias. Tan nostálgicos se ponen los compatriotas cuando escuchan esos ritmos, lejos de sus familias. Nuestra identidad también es el mate y el tereré, por más que otros quieran apoderarse de las cosas que nos pertenecen. El ñandutí y el ao po’i igualmente son nuestros, como las comidas típicas y los bailes. Un escritor tan universal como Augusto Roa Bastos fue paraguayo como lo fueron Agustín Pío Barrios y José Asunción Flores. Tan célebres como Luis Alberto del Paraná, don Herminio Giménez o un futbolista como Arsenio Erico. Cada uno, en su papel, hizo lo que tenía que hacer, brillando como los astros.
¡Qué grande es el Paraguay!, y más todavía cuando el papa Francisco dice que las paraguayas son las “más heroicas y gloriosas de América”, porque reconstruyeron la nación después de la Guerra Grande. Y también lo hicieron después de la Guerra de Chaco. Y lo hacen todos los días.
Claro que el patriotismo no se reduce a la bandera, ni al Himno Nacional ni a desfiles estudiantiles ni militares. No se limita al tereré ni a polcas y guaranias, ni artistas ni jugadores de fútbol ni reinas de belleza.
El patriotismo va mucho más allá. Es, como dice la canción de Eladia Blázquez, “honrar la vida”. Es participar, no permanecer indiferentes ante lo que ocurre a nuestro alrededor. No son patriotas los que venden nuestros recursos naturales, el agua, la flora y la fauna. No son patriotas los que permiten que se les echen de sus tierras a los hermanos indígenas para dar esos sitios a sojeros y ganaderos, que envenenan el suelo con los agroquímicos y deforestan miles y miles de hectáreas.
¿En qué momento perdimos el patriotismo? En el momento en que los gobernantes empezaron a pensar en sus bolsillos y dejó de importarles la patria. La codicia y la sed de poder les hicieron olvidar su misión, que es buscar el bien común y trabajar por la grandeza de la nación. De los antipatriotas que se dedicaron a robar por décadas el pueblo está cansado. De los mentirosos y los que quieren eternizarse en el poder para seguir con sus negocios y privilegios. De todos ellos nos libraremos cuando como verdaderos patriotas votemos en las próximas elecciones y descartemos a estos personajes que tanto daño causan al país.
blila.gayoso@hotmail.com