El poder del símbolo

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El oficialismo organizó una convención para mostrar que conserva la mayoría absoluta en el Partido Colorado, y que este es capaz no solo de hacer ganar a un candidato a presidente sino también de destituir a los ministros, inclusive de forzarlos a renunciar a sus partidos y hacerlos colorados para que el correlí pynandí sienta el derrame de poder desde arriba y vuelva a sentir el entusiasmo de que por sus venas corre la sangre del poder que le da vida.

Con este relato de que el partido está vivo y manda de verdad, el oficialismo trata de demostrar la falsedad de la teoría de que el mismo fue alquilado y luego comprado por el dinero de Cartes y que quienes mandan no son los colorados sino los gerentes de sus empresas.

Inclusive trata de echar por tierra la versión de que la “selección nacional” está integrada solo por técnicos y no políticos, porque hasta al más pintón del gabinete, egresado de universidad norteamericana, ahora está obligado a mostrar al pueblo colorado que en adelante debe vestir la camiseta del pensamiento único para tener derecho a continuar en el cargo.

El objetivo de la convención fue matar todas estas teorías y mostrar que el propio Cartes estuvo a punto de arrodillarse frente a la convención para preguntar qué quieren que haga y efectivamente lo hizo, como por ejemplo el despido indecoroso y grosero de uno de sus ministros y la sanción de los legisladores que se salgan de la horma en las votaciones parlamentarias.

La convención fue organizada en términos de símbolos y no de referencias institucionales, razón por la que a muchos nos cuesta entender cómo un presidente de la República, con la investidura que tiene pudo hacer lo que hizo, y un partido político pudo presenciar y participar en todo lo ocurrido, como por ejemplo descuartizar la institucionalidad de la república.

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Sabemos que el símbolo más generalizado es el idioma y que la gente de este país entiende lo que dice el otro por hablar el mismo idioma. Todos esperamos entender lo que pasó en la convención colorada ateniéndonos solamente a la palabra, pero además del símbolo palabra, la convención utilizó otros símbolos que solamente entienden los colorados.

Por eso no podemos entender que el presidente destituyera a un ministro en un discurso político a pedido de un hurrero, o que obligara a un secretario de Estado a renegar de sus convicciones políticas y humillarse frente al coloradismo cartista firmando una solicitud de afiliación a cambio de un cargo, exhibiéndose frente a la foto del general Caballero como si este fuera su abuelo y no los liberales que dieron vida a sus padres.

Mediante este ejercicio simbólico, a partir de ahora la palabra afiliación es sinónimo de idoneidad para la función pública, el pañuelo rojo al cuello representa la lealtad, la palabra convencional es sinónimo de poder y la palabra partido equivale a mandar. Finalmente presidente de la república ya no significa Mandatario, sino mandadero de una corriente dominante del partido al igual que los miembros del gabinete.

Todo esto supuestamente para buscar la reelección de Cartes, haciendo aparentar cerca lo que está cada vez más lejos y que en realidad es para que el actual presidente mantenga adherida a su persona la mayor cantidad de serviles, tratando de ganar tiempo al tiempo, de manera que llegado el momento el Gran Hermano se pueda convertir en el Gran Elector, teniendo ya esta vez no solo la convicción de la chequera abierta sino la guacha para corregir a todos los descarriados.

Retroceso como le llaman y que muchos grandes pensadores del momento se niegan a admitir.

ebritez@abc.com.py