El profeta anuncia y denuncia

Hay una interpretación popular que sostiene que profeta es aquel que “ve el futuro”, sea analizando una bola de cristal, algunas cartas o echando piedritas.

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Lc 4,21-30

El sentido bíblico es bien diferente: profeta es la persona que tiene una transformadora intimidad con Dios y se presta para comunicar de modo auténtico Su mensaje y Su juicio.

El profeta no es adulador y no tiene miedo de desenmascarar las falacias de los poderosos, aunque esto pueda costarle la propia vida. Vemos el coraje del profeta Natán reprochando al rey David (2 Sam 7), del profeta Elías censurando la prepotencia asesina de Jezabel (1 R 21) y tantos otros.

El profeta, por excelencia, es Jesucristo, como aquel que más fielmente vivió la voluntad del Padre, la manifestó e invitó a todos a seguirla.

Jesús hace una afirmación que es una experiencia de casi todas las personas: “Ningún profeta es bien recibido en su tierra”, y esto porque nos resulta difícil aceptar que una persona común y corriente de nuestra familia, o de nuestra comunidad, pueda ser un mensajero importante de Dios.

En la discusión de ser o no ser aceptado por sus parientes y conterráneos, éstos querían que Jesús, en primer lugar, resolviera sus problemas cotidianos de casa, comida, salud, trabajo y le pedían que hiciera en su tierra los milagros que había hecho en otras partes.

Es siempre el mismo mecanismo: el entorno quiere manipular al profeta y desalentarlo en su misión, porque él resulta molesto al no vincularse con sus zafadurías y vivir de modo coherente.

Hoy día necesitamos tremendamente de verdaderos profetas que, en primer lugar, vivan el mensaje del Evangelio y lo proclamen con su vida austera y disponible, pero también, que lo anuncien a los demás con sus palabras.

En un mundo de tantas malas noticias, el profeta anuncia la agradable noticia de la liberación que Dios nos ofrece. Delante de personas que se hunden en el desaliento, el profeta asegura que el Señor les ama, les acompaña y les ayuda, porque para Él nada es imposible.

Pero también denuncia aquellos que explotan a sus semejantes para aumentar su cuenta bancaria, que hacen tramoyas para mantenerse en el poder y no tienen vergüenza de vender su conciencia por algunos privilegios momentáneos.

Precisamos de profetas como Jesús, que nos enseñen la verdad y dejen claro que el verdadero amor es comprensivo, es servicial, no tiene envidia, no es presumido y no se aprovecha de los demás. Que exhorten a que no seamos eternos adolescentones sin responsabilidad.

Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

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