El renacer de Lolita

SALAMANCA. Los movimientos feministas registrados en los últimos años y más recientemente el célebre #metoo que levantó tanta polvareda, hicieron, entre otras cosas, que se recuperara el interés por un libro que escandalizó al mundo entero en los años cincuenta del siglo pasado: “Lolita” de Vladímir Nabokov. Desde entonces ha conocido numerosas reediciones si bien fue perdiendo algo de aquel elemento escandaloso.

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El libro es muchas cosas al mismo tiempo y sus observaciones se mezclan en una complicada trama que van desde lo más profundamente erótico a la más lúcida observación de cuestiones sociales. Pero en síntesis todo gira alrededor del amor que siente un profesor de literatura, Humbert Humbert, por una adolescente de doce años, “su nínfula” como la llama con una palabra inventada para separarla y relacionarla al mismo tiempo con “ninfa”. El libro está narrado en primera persona donde Humbert Humbert relata a los miembros de un jurado (lo que nos informa que está siendo juzgado por un tribunal) su aventura amorosa con Lolita. Por momentos suplica a ese jurado que se ponga en su lugar para entender, en profundidad, lo que le tocó vivir.

En estas últimas semanas aparecieron aquí en España algunos artículos condenando el libro por considerarlo un “enaltecimiento de la pederastia”. Pero no faltaron las voces que se levantaron en contra de esta condena poco menos que inquisitorial y reivindicaron los valores literarios de lo que se debe considerar un gran libro. Ejemplo de ello es un comentario aparecido después de la primera edición de la novela (que tropezó con serios inconvenientes para encontrar editor) escrito por Alan Levy que dijo: “Mientras nuestro siglo entra en sus años finales, la última carcajada puede ser la mejor de todas: la Gran Novela Americana fue escrita por un ruso”. Una opinión por cierto cuestionable ya que olvida el “Moby Dick” de Herman Melville.

“Lolita” fue llevada también al cine por Stanley Kubrick (1962) cuyo traspaso del libro a la imagen hizo que perdiera justamente ese elemento que la hace grande: su lenguaje. Y en el falso prólogo que trae la obra se adelanta que “No se hallará en todo el libro un solo término obsceno; en verdad, el filisteo de mente más bien sucia a quien las convenciones modernas han constreñido para que acepte, sin excesivos aspavientos, una profusa ornamentación de palabras consideradas malsonantes en cualquier novela trivial, sentirá no poco asombro al comprobar que aquí están ausentes”. (“Lolita”, Vladímir Nabokov, Anagrama, Barcelona, 1991, p. 10).

El lenguaje utilizado por el autor es de un lirismo cautivante y sorprende más aún al ver de qué manera, en la mente de Humbert Humbert, alterada por la pasión que siente por Lolita, esa relación apasionada se transforma precisamente en lo que no es, sublimando a una adolescente tosca, de modales zafios, lectora insaciable de “comics” y revistas de chismes de las estrellas de Hollywood; a la par que los propios sentimientos que dominan a Humbert Humbert.

Vladímir Nabokov (1899-1977) uno de los más grandes escritores del siglo pasado, lejos de envilecer su propio lenguaje para describir un mundo envilecido, lo lleva a límites de insospechada belleza. Que su libro haya sido puesto de nuevo en la mesa de novedades de las librerías, es una verdadera fiesta para la gran literatura.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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