El retroceso es posible

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¿Es posible un retroceso en el Paraguay? Antes de responder favorable o negativamente, es necesario hacer algunas consideraciones relativas al tema, porque parecería simple y superficial afirmar que sí es posible, sin aportar argumentos; o sostener que no es posible con la misma simpleza.

El último factor que faltaba para afirmar que la democracia formal en nuestro país está completa se produjo en el 2008 con la alternancia en el poder, lo que significó la caída del partido hegemónico y el ascenso al poder de la oposición. Desde entonces no hay avance, excepto en cuestiones hasta si se quiere periféricas como el voto de residentes en el exterior y mayor transparencia en el gobierno. Esto podría considerarse, en consecuencia, como un estancamiento, sin avance ni retroceso.

En nombre del avance, existen grupos políticos interesados en cambiar la Constitución esencialmente para permitir la reelección presidencial como algo que marca la diferencia con el pasado, mientras que algunos plantean el tema desde una óptica ideológica, es decir que aún no se instaló en el poder una ideología diferente a la del estatismo conservador, a pesar de la permanencia por tres años en el gobierno del luguismo cuyo tinte es de izquierda.

Entonces, si estamos en una etapa de estancamiento, sin mayores probabilidades de avanzar por las razones ya varias veces expuestas de una fatiga social respecto a la inutilidad de los actuales “demócratas” para resolver los problemas de la gente en estos 27 años de libertad y ejercicio democrático, podría entenderse que en vez de un retroceso la gente entienda que simplemente se cumplió un ciclo y que es hora de “probar algo nuevo”.

Es ahí donde se podría producir el dilema de apoyar lo correcto o lo incorrecto; que la ciudadanía por un lado se deje deslumbrar por la pirotecnia populista de dar gusto a la gente y por el otro se vayan cerrando los espacios de participación colectiva a favor de una élite autoritaria y rapaz, que de acuerdo con la experiencia de otros países, no dura sino hasta que las arcas terminen en la quiebra y los alimentos desaparezcan de las góndolas.

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Lo primero, en consecuencia, es reconocer que ni la democracia ni la libertad son irreversibles y si el sistema que se asienta sobre esas bases no funcionan en Paraguay como sí lo hacen en otras sociedades, no se debe a fallas de la libertad y la democracia, o por culpa de los derechos humanos, como algunos pretenden argumentar, sino porque nuestros representantes, elegidos por nosotros, no nos representan.

Así como sucedió con la dictadura, los culpables de tan larga noche de nuestra negra historia de tiranía fueron los responsables jurídicos (autores materiales e intelectuales de la tragedia), en la democracia, los responsables de que esto no funcione son en primer lugar los protagonistas de las cúpulas y de las élites políticas que se atornillaron en los partidos políticos, el Parlamento, la Justicia y la función pública para reinar sobre la pobreza extrema, la corrupción, la desocupación y la delincuencia.

Sin embargo, en esta democracia de mala calidad que tenemos en el país, la sociedad permisiva y su lenidad (al decir de Gustavo Bécker) contribuyen también poderosamente a construir y sostener modelos autoritarios que se aprovechan de la flexibilidad vigente en los mecanismos constitucionales para reinar y pisotear los intereses legítimos de la sociedad de progresar en paz.

Aun cuando no fuere posible un retroceso, no es admisible que las instituciones de este país continúen funcionando de esta manera. Los jóvenes, en actitud de sana rebeldía, deberían ser los primeros en no permitir que esto continúe. Se trata simplemente de optar por algo mejor para el país. No parece tan complicado.

ebritez@abc.com.py