El temor al cambio

Alfred Jarry tiene una obra titulada “Ubú encadenado”, en la que el personaje se niega a ser libre. Prefiere estar preso, encadenado y despojado de toda responsabilidad. No quiere asumir la tremenda carga de decidir su destino y menos, mostrar un deseo de superación.

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Aunque se trata de una obra de ficción, personifica a los individuos que son incapaces de actuar con compromiso moral. Son los manipulados y aquellos que dejan que los demás decidan por ellos.

En América Latina, hemos observado que las dictaduras hicieron que las personas sean calladas y sumisas, sin poder reclamar sus derechos y viviendo en un eterno silencio, censura y autocensura. Aunque la tiranía es una etapa que creemos superada, persisten los viejos hábitos que de tanto en tanto nos llevan de regreso al pasado. Mirar el presente y proyectarnos hacia un futuro mejor es un proceso lento y doloroso.

Si en el subconsciente permanecen los miedos, los sufrimientos y las memorias que atan a un ayer, el temor a cambiar se presenta como un comportamiento permanente. En el fondo, aparece una leve esperanza como una ilusión ocasional. Pero la intención, sin acción, es inútil.

Aunque nos demos cuenta de que las viejas estructuras ya no sirven, volvemos a repetir el error. ¿Será que somos votantes masoquistas? Nos gusta sufrir y luego llorar de impotencia. Vamos hacia atrás como el cangrejo.

Las polcas y los pañuelos nos convierten en tristes hurreros. Como mansos borregos nos llevan a los cuartos oscuros a marcar nombres que no nos representan. Algunos personajes vuelven a reciclarse aun siendo manchados por la corrupción. ¿Cuándo despertaremos de este letargo?

Si no abrimos los ojos a la realidad, en los próximos cinco años no podremos alcanzar una mejor calidad de vida y, otra vez, lamentaremos la falta de salud, educación, seguridad y trabajo. Todo por no votar con conciencia, porque elegir, casi no tenemos mucho que elegir.

Ojalá los jóvenes transiten por otros caminos y vean la luz. Ojalá. La ciudadanía, por iniciativa propia, como le faculta la Constitución, pueda soñar en una patria mejor. Es una cuestión de cambiar la mentalidad y la educación cívica que nos permita percibir la realidad.

Abrir la mente a nuevas posibilidades, a romper con antiguos paradigmas que no sirven para diseñar una sociedad más justa y equitativa. A partir de ahora, el compromiso debe ser más fuerte para participar, reclamar y actuar como contralores que vigilan las conductas de las autoridades. No podemos estar con los brazos cruzados, ni inmovilizados. Alerta permanente será la consigna.

La patria soñada la construiremos todos juntos, sin fanatismo a los colores. Sin las viejas prácticas de llenar la administración pública de amigos, parientes y amantes. La clientela política es la plaga que hizo estragos en los entes del Estado, llenando de planilleros y haraganes esos sitios y el pueblo rompiéndose las espaldas para mantener a esos privilegiados.

Muchas son las cosas que tenemos que modificar en la sociedad. “Ubú encadenado” tiene que romper las cadenas y ser libre. Con autonomía de criterio y conciencia plena, podemos ser arquitectos de nuestro destino y del porvenir de la patria.

blila.gayoso@hotmail.com

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