El veto, el voto y el vito

En este país es imposible hacerles creer a los paraguayos, y a los extranjeros que habitan acá, que las cosas a realizar tienen el sello de hacerlas de la mejor manera. Y me explico mejor, nadie en su sano juicio piensa que todo lo que se hace y será realizado se implementará con la marca registrada de la honestidad. 

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Casi todos los programas gubernamentales, y desde hace décadas, ya eclosionan con la duda inclinada hacia el lado de la joda obscena y el zoqueterismo que siempre también apunta hacia la repulsión y el deshonor. 

Una obra vial ya suena a los millones que algún grupo amigo llevará a su bolsillo. El ancho y el espesor de toda capa asfáltica equivale a los millones que algunos socios de la obra rutera picarán sin asco ni contemplación. El asfaltado que aparenta un espejo no pasa de ser un retrato de las empresas ruteras coimeras y mediocres que se extienden a lo largo y ancho del Paraguay. El engañoso espejo servirá para un urgente bacheo y para “que se vea el resto”. 

Después de todo lo que se tragan las empresas viales y los gobiernos de turno, viene el postre del MOPC con su Patrulla Caminera y la guinda que pone la Dinatrán con sus efectivos coimeros y las básculas que jamás arrojan sobrepesos pero si el pe$o sobre pe$o que hay que poner para paliar la hambruna que presentan sus efectivos para que les genere el efectivo. Que los caminos, tras el desatado de su cinta inaugural, se llenen de baches ya es problema de nosotros, los buches, que debemos pagar peaje a los peajeros de saco y corbata instalados en las oficinas estatales. 

La construcción de alguna obra de cierta envergadura sirve para lo mismo, para que los viaductos sean la vía hacia los millones y el ducto hacia la abundancia. Que se llenen de agua, de grietas y sin funcionalidad solo servirá para el postrer plagueo de los usuarios. 

Los locales escolares que se desploman a cada instante marcan el nivel de credibilidad que tiene la gente de las obras estatales. Un frondoso mango oferta mejor y mayor seguridad que el cemento y el control y la fiscalización de sus hacedores. 

Los gangsters, instalados detrás de los pobres y ricos campesinos con y sin tierras, que desfilan durante semanas en la capital detrás de una buena tajada de millones, solo corroboran la ya poca credibilidad que tienen sus reclamos. Ni ellos saben cuántos son ni de dónde vienen y solo saben lo que no quieren y ni saben lo que quieren. Para condonar una deuda hay que tener por lo menos un listado de los que deben y de lo que se debe. 

Los nombramientos, en función a la profesionalidad, la honorabilidad y la honestidad de la gente sigue teniendo el mismo valor cuando escuchábamos. “Vamos a traerlos del jopo”, “les estamos pisando los talones” y “no me van a marcar la agenda”. Suena a pura joda, igual a fiscalizar los promedios universitarios. 

“Vamos a controlar el contrabando” suena a chiste de buen gusto para los aduaneros controladores y de muy mal gusto para el resto, que sabemos de dónde sacan la plata. 

Detrás del opacado oro de Paso Yobái brilla la lucha de poder ennegrecida por las avaricias insaciables de los que hoy ostentan cargos en instituciones públicas y ya nadie se preocupa si la firma de Rodolfito es auténtica o fue falsificada. 

Pero siempre hay un respiro ilusorio, estamos casi en el último lugar para Rusia 2018 y seguimos pensando que nos clasificaremos por encima de Argentina y Brasil y hasta creyendo que en el fútbol paraguayo no existen dirigentes mafiosos y malos arbitrajes. 

Se viene otra elección presidencial y otro sueño empapado de esperanza para el pueblo paraguayo y Juan Pueblo sabe muy bien que es el momento de sacar ventajas momentáneas del veto, del voto y del vito...

caio.scavone@abc.com.py

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