En contra de la violencia

Cada día aumenta la cantidad de casos de feminicidio en nuestro país. Se registran por lo menos tres casos a la semana, lo que resulta verdaderamente alarmante. Esta situación merece un profundo análisis y reflexión de parte de todos los miembros de la sociedad. Y somos nosotras, las primeras que tenemos que debatir y ver qué podemos hacer para detener este flagelo.

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Tenemos la flamante Ley 5777 que protege a la mujer de todo tipo de violencia. Hace apenas un año que se promulgó y muchas congéneres todavía no están informadas sobre el contenido de esta normativa. Hay que publicar la ley y regalar la ley a cada compatriota para que conozca sus derechos. Y lógicamente, también debe llegar a los varones.

En las escuelas, colegios y universidades, se debe discutir sobre este tema, y los medios de comunicación tienen que dar más espacio al asunto. La Iglesia, sea católica o protestante, igualmente puede colaborar evangelizando a sus fieles. No desconocer el papel de las redes sociales, y sobre todo, exigir que las instituciones públicas cumplan con su trabajo y funciones. Pero como se trata de un asunto de lo más importante, es la educación, la familia tiene su enorme papel.

Sabemos que la violencia es una plaga mundial y que su auge obedece a varias causas. Algunos le atribuyen al machismo, los celos y la independencia económica de la mujer. Lo que resulta extraño es que a medida que se elaboran más leyes de protección, más asesinatos se producen. Pareciera que el varón se encuentra intimidado ante esta realidad que se le presenta: la mujer perdió completamente el miedo porque se siente protegida.

La mujer es un ser sublime, porque es la encargada de dar vida. Lleva nueve meses en su vientre a un nuevo ser, a una personita, que es toda ternura y esperanza. También ella es la gran educadora y formadora de la familia. El esposo ya no es simple proveedor de alimentos, sino que le corresponde igual responsabilidad de hablar, contener, atender y entender a los hijos. Tampoco el hecho de que seamos protegidas por las leyes no nos otorga licencia para faltar el respeto a los hombres, desvalorizarlos, humillarlos o amenazarlos constantemente. Al contrario, el aumento de actos de violencia debe obligarnos a mirar las cosas bajo otra óptica y comportarnos de manera diferente.

El consumismo, la moda, los bailes y músicas eróticos, así como el consumo de drogas y alcohol llevan hacia un mundo de descontrol, donde puede ocurrir cualquier desgracia. Las tentaciones que nos ofrece la publicidad pueden subyugarnos si no usamos la cabeza y la fortaleza psíquica y moral que dan los valores aprendidos en la casa.

Podemos cambiar esta situación enseñando con el ejemplo. Que nuestros hijos comiencen por respetar a los mayores, que pidan la bendición a sus padres, tíos, padrinos y abuelos. Que practiquen una vida espiritual, leyendo la Biblia y asistiendo a misas y cultos. Cocinemos los domingos sus platos favoritos y no permitamos que vivan por los shoppings y amanezcan borrachos y drogados por las calles. Acompañarlos en forma permanente es el único secreto de la buena crianza. Y las mujeres tenemos que recuperar la sencillez, la femineidad, la humildad, la dulzura, ternura, fidelidad, el decoro, la inteligencia y sensibilidad que nos dio el Creador para ser compañeras de los hombres. Somos las reinas del hogar, y debemos llevar las coronas con dignidad y altura moral. Tener en cuenta lo que dice en la Biblia en el capítulo de los Proverbios; “La mujer sabia edifica su casa y la necia la desbarata”.

blila.gayoso@hotmail.com

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