Todo esto viene al caso por una historia que quiero contar y que muchos la atribuirán al “realismo mágico” pero nada tiene de mágico y sí, lastimosamente, mucho de realidad. Acaba de suceder. Esta es la historia:
Hace dos semanas, la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA) ofreció un concierto dirigido por un joven director, José Miguel Echeverría (hijo del primer violín Miguel Ángel Echeverría) en el que se interpretó la Tercera Sinfonía de Robert Schumann (Alemania 1810-1856).
A la mañana siguiente, temprano, sonó el teléfono en las oficinas de la Sociedad Filarmónica que tiene como secretaria a Elba Perito, un ángel caído del cielo, pero un ángel con carácter; cuando estalla es mejor no ponerse a tiro. Se desarrolló entonces la siguiente conversación: Elba: Buenos días. Sociedad Filarmónica.
Joven al otro lado de la línea: Hola. Sí. Les estoy llamando en nombre de APA (Autores Paraguayos Asociados) para cobrar los derechos de autor del tal Schumann cuya obra se tocó anoche en un concierto.
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Elba: Pero... disculpe. ¿Usted sabe que el tal Schumann murió hace como 150 años?
Joven: Pues vamos a buscar por internet a sus correspondientes descendientes.
Elba: Pero joven, él no tuvo hijos ni tiene ningún heredero. Además ya pasaron 70 años de su muerte por lo cual toda su obra está liberada al dominio público. Me supongo que usted debe saber cómo funciona eso.
Joven: ¡Ah!... No lo sabía. Hasta luego.
Se corta la llamada.
Lastimosamente no hay ninguna grabación de esta conversación para convencer a los descreídos cómo funcionan algunas instituciones del país ya que todas las grabadoras están ocupadas en las conversaciones telefónicas de los jueces, fiscales y abogados que están cocinando juicios, dictámenes y sentencias en favor de sus clientes.
Como pueden ver, realismo sin ningún tipo de impureza, límpido, trasparente, cargado de significado de la incultura nacional. Y, por otro lado, el signo nefasto que pesa sobre APA que pasó de manos de un grupito de corruptos a manos de un grupo de ignorantes dispuestos a buscar en internet a los descendientes de Schumann para pagarle (¿?) sus derechos autorales. Y ya que están en el esfuerzo, podrían buscar a los descendientes de Cervantes o del propio Beethoven.
No sé por qué hay tanta gente que se esfuerza por realizar alguna proeza para figurar en el libro de récords Guinness. ¡El país entero tendría que figurar allí pues méritos suficientes ya hemos hecho!
jesus.ruiznestosa@gmail.com
