En la pantalla luminosa

Este artículo tiene 9 años de antigüedad

SALAMANCA. Una muerte trágica ha venido a darle nuevo impulso en España a un tema del que se viene hablando hace tiempo, pero al que no se le puede dar una solución satisfactoria: el tema de los insultos, de la apología de la violencia, la apología del delito y la exaltación del terrorismo a través de las redes sociales.

Días atrás, en una plaza de toros de Teruel, el torero Víctor Barrio fue embestido por el toro que estaba toreando, le atravesó el pecho con uno de los cuernos y el hombre terminó muerto. Todavía no se secaron las flores que fueron depositadas sobre su tumba, cuando se comenzaron a escuchar las voces de quienes no están de acuerdo con esta tradición, manifestando su alegría, sí, señor, su alegría, por este desenlace macabro que costó la vida de un ser humano. Muchos fueron los que se preguntaron si para esas personas que se indignan por la muerte de un animal, está bien, sin embargo, mostrar alegría por la muerte de un ser humano. Barrio tenía nada más que 27 años y su viuda se encuentra consternada por tales reacciones. Hizo las denuncias ante la policía que ya investiga el caso que es complicado, ya que se deberá demostrar que tales expresiones constituyen un delito.

El rapero Pablo Hasél, que ya fue condenado por enaltecimiento del terrorismo en mensajes de Twitter no aprendió la lección y reapareció con este mensaje: “Si todas las corridas de toros acabaran como la de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas”. Más agresivo resultó ser Vicente Belenguer quien en su cuenta de Facebook dijo: “Bailaremos sobre tu tumba y nos mearemos en las coronas de flores que te pongan. ¡Cabrón!”. Otro más, de una mujer, dirigido a la viuda: “La vida fue muy justa. Tu marido recibió lo que merecía. Debería ocurrirle a todos los cobardes, hijos de puta, como él”.

Los autores de estos mensajes se escudan con frecuencia no solo en identidades falsas sino además alegan que no los pueden sancionar porque se atentaría contra la libertad de expresión. ¿Será que el insulto y la amenaza forman parte de esa libertad? ¿O simplemente es el espejo de la ignorancia y la barbarie en que seguimos sumidos a pesar de tanto adelanto tecnológico? Siempre he sostenido que la posibilidad que existe actualmente de opinar y mandar mensajes a través del ordenador, es nada más que un cambio de soporte: ahora se escribe en una pantalla luminosa lo que hasta no hace mucho tiempo se escribía en las paredes de los baños públicos. Ni siquiera eso, porque en aquellos escritos el autor lo hacía en forma anónima, no le dirigía su mensaje a nadie en concreto y solo se limitaba a manifestar su profundo enojo con el mundo entero. Ernesto Sábato decía que la mejor literatura argentina era la que se hacía en las paredes de los baños públicos porque era el único sitio donde la gente escribía sin prejuicios estéticos y lo que decía era indiscutiblemente espontáneo. La pantalla luminosa terminó con esa espontaneidad por más que se firme con un nombre falso, porque atrás de ese nombre inventado sigue palpitando el ego (la egolatría) de quien está escribiendo.

Varias veces me referí a aquellos primeros foros que se crearon cuando se comenzó a utilizar Internet en nuestro país. Con entusiasmo participé en varios y desilusionado terminé retirándome de todos. Comprobé que la gente no tolera que nadie piense de manera diferente a como ella piensa. El primer retorno es más o menos aceptable. El segundo, ya viene con descalificaciones. El tercero trae algunas palabrotas. El cuarto es una lluvia de insultos y amenazas. Los más “educados” esconden sus groserías a través de siglas; por ejemplo GHDLGP que quiere decir, con perdón de todos: Grandísimo Hijo De La Gran Puta. Tamaños insultos no figuraban en las paredes de los baños públicos, lo cual quiere decir que la tecnología, en lugar de abrirnos las puertas del conocimiento, del debate razonado y serio, nos ha sumido en la más ignominiosa barbarie. Pero eso sí, a través de la pantalla luminosa.

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jesus.ruiznestosa@gmail.com