No echo de menos esas baldosas, hoy desaparecidas para siempre, sino a quienes anduvieron encima, muchos de los cuales se han ido también para siempre. Pienso, o deliro, que en el piso anterior habían quedado las huellas de tantos periodistas, fotógrafos y técnicos que hacían el diario cuando solo era diario. Hoy es digital, televisión, radio. O sea, ya no es el “abc nomás”, ni los periodistas son solo de la redacción del periódico. Es natural que hoy sea todo distinto desde aquel 8 de agosto de 1967 cuando salió el primer número con la esperanza de ganar el afecto del público.
Hablaba de las huellas que habrían quedado, y luego desaparecidas, de Alejandro Islas, por ejemplo. Un periodista, entonces ya veterano, con humor a prueba de balas, pero encontraba quienes le superaran. Islas había sido condecorado por el Gobierno boliviano. Un compañero le decía que era porque no había matado a un solo “bolí” en la Guerra del Chaco. Su entrada en la redacción era con esta frase: “Viene el bronce que camina”. Y alguien le gritaba: “Que camina todavía”.
Cuando estaba de buen humor –no era muy frecuente– Alejandro Escobar aparecía con este saludo: “Buenas tardes para todos, menos para uno”, y le miraba a alguien. Se iba directo a su escritorio a revisar con detenimiento si no se habría usado su máquina de escribir. Pronto se ponía a trabajar. Llenaba una página con noticias obtenidas por teléfono.
¡Y Roque Vallejos! Era director del suplemento cultural y secretario de redacción. Entonces las informaciones fúnebres salían en Sociales. Roque se oponía que se publicaran en otras páginas porque, decía con firmeza, “la muerte es el último acto social del ser humano”. Y como era el más inteligente de todos, y tenía cierta lógica lo que decía, nadie se animaba a contradecirle. Las fotografías de quienes han sido en este mundo se mezclaban con las de quienes todavía estaban entre nosotros. Una vez ocurrió un terrible accidente. El armador de la página confundió la foto de una quinceañera con una joven cuyo fallecimiento había ocurrido en la víspera. No había forma de enmendar el error más que en la edición siguiente cuando los familiares de la de cumpleaños se hartaban de recibir las condolencias de sus amistades.
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En las mismas baldosas, hoy desaparecidas, dejó también sus huellas Alfredo Seiferheld. Él tenía un extraño sentido del humor. Decían que era propio de los alemanes. No sé. Pero me consta que se reía cuando todos se ponían serios: y se ponía serio cuando todos se reían por algún chiste más o menos ingenioso. Queda el ejemplo de su laboriosidad, disciplina, estudio, y sobre todo, de una inmensa humanidad. ¡Cómo le quería a la gente! Se expresaba, no tanto con palabras, sino con una sonrisa como pidiendo permiso para dibujarse en sus labios de donde nunca salía un insulto.
Cómo no recordarle a Helio Vera. Comenzó en ABC Color su rica vida profesional, pasó por otros medios, y terminó donde se había iniciado. En esa vuelta –desgraciadamente breve– cimentó su fama a golpes de talento, de trabajo, de estudio.
Ya no me queda espacio para recordar a otros muchos periodistas que hoy, de regresar a la vida, se preguntarían qué se ha hecho de ese diario que habían dejado, hoy irreconocible a fuerza de tecnología. Y bueno, es el progreso.
alcibiades@abc.com.py