Escraches y cacerolas

La palabra que comenzó a aterrorizarles, y en serio, a algunos paraguayos corruptos consiste en el “escrache”. Se recuerdan algunos primeros abucheos entregados a los sinvergüenzas que se sentaban plácidamente en restaurantes o al ir a entregar algunas ficticias condolencias en alguna casa mortuoria. El vocablo escrache hoy está en boca de todos, tanto de los escrachados, los que escrachan, los que serán escrachados en breve y en los que ya se fueron bajo el acoso de esta justa manera de manifestar los delitos ante la triste incomprensión concedida por la injusticia que reina en el Paraguay desde hace años, pero que hoy siente que su vaso populacho ya no cuenta con espacio ni ganas para que siga soportando tanto contenido mohoso y podrido.

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El escrache fue popularizado en la Argentina en la década del 90 cuando las protestas fueron organizadas por una agrupación llamada HIJOS que se manifestaba frente a las casas de gente procesada durante la dictadura argentina y que luego fuera liberada por el perdón concedido por el entonces presidente argentino Carlos Menem.

Al escrache se conoce según el diccionario de la RAE como romper, aplastar, destruir y hasta fotografiar a la gente. Pero los curepas tiraron al basurero el diccionario y direccionaron esa expresión con otra acepción hacia la manifestación pública en contra de alguna persona, frente a su domicilio normalmente con el fin de acusarla por sus peligrosos actos y delitos de corrupción.

Decían los argentinos que es el único medio que funciona para cohesionar la participación social cuando no se cuenta ni con alguna remota posibilidad de condena judicial pero sí de un enorme contexto de impunidad y que con el escrache se ventila por lo menos una mínima exigencia de justicia y la agrupación HIJOS certificó el lema: “si no hay justicia, hay escrache”. Un abogado porteño, de los buenos, decía que no es delito el escrache, ya que hace ejercer la libertad de expresión pero que si se convierte en un acto delictivo habrá castigo judicial para los responsables del escrache. El mismo abogado asentía que la manifestación ciudadana y callejera se usa cuando el Poder Judicial se encuentra en total estado de desvalorización.

El escrache equivale al uso de un derecho de un estado social y democrático y que el paraguayo comenzó a usar y extender como exclusivo y único medio de expresar reivindicaciones, defender su derecho e intereses y defenderse de los añejos y consuetudinarios ladrones que desde años le hacen daño a este pobre país cansado de tantos atorrantes y del estrangulamiento político y económico que nos hace padecer.

Se entiende la desagradable molestia que, por suerte, le debe causar al escrachado y, lastimosamente a los vecinos con los cánticos, corte de calles, pancartas, parlantes, discursos, gritos, pero hay que entender que es, hasta hoy, la única manera que sirve para el raje de los indeseables e inservibles del gastado escenario político con presencia sin violencia de cada vez más gente en los escraches y que huele a que no descansará hasta que los muchos corruptos regresen a sus madrigueras con todo lo que robaron, ya que ni presagios de justicia se olfatea ni otea con la apestosa justicia que se tiene en el Paraguay.

El cacerolazo también debe ser otra manifestación ciudadana, ya que los varios imputados hacen que las cacerolas se encuentren vacías y de las cucharonas, platos, cubiertos y sartenes con menos uso. Tacumbú será un buen lugar para todos ellos porque no creo que estos corruptos aguanten en los restaurantes, en las canchas, en los velorios, en la calle o en sus casas cuando algunos inocentes hijos le miren y digan: papá, yo tampoco quiero salir más y tengo vergüenza, sos un ladrón...

caio.scavone@abc.com.py

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