“En realidad, dice Iwasaki, no se trata del poeta del verso azul y la canción profana, sino del pequeño escritor paraguayo Rubén Darío Ávalos (Encarnación, 2004) quien a sus 11 años ya es autor de tres libros de narrativa: Encuentros con Rubén (2015), Sensación de pureza (2015) y Las caras y otros cuentos impredecibles (2016).”
La referencia al “verso azul” se debe al famoso libro del poeta nicaragüense (1867-1916) llamado “Azul” y a la mención que hace de este color “para mí [es] el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y firmamental”. Este libro, publicado por primera vez en Chile, en 1888, está considerado como una de las obras fundamentales del movimiento modernista latinoamericano.
Hechas las aclaraciones de por qué la referencia, está el caso de este niño encarnaceno que sufre una “enfermedad rara”, es decir, una enfermedad que se da en contadísimos casos: afecta a uno de cada doscientos mil niños. Se llama histiocitosis, una disfunción del sistema inmunológico que provoca la formación de tumores en diferentes órganos del cuerpo. “La enfermedad –dice el articulista– le fue diagnosticada en Sevilla, adonde vino a tratarse después de fracasar otras terapias en Brasil y Argentina”.
Agrega Iwasaki: “Incapaz de soportar al mismo tiempo unos dolores tan intensos y unos fármacos demasiado potentes para su edad, Rubén Darío halló consuelo en la lectura. Así, de los libros de animales y mitología pasó a los clásicos griegos y latinos, y de ahí a Cervantes, Poe, Borges, García Márquez, Roa Bastos y Vargas Llosa. Si la lectura fue sanadora, comenzar a escribir fue providencial, porque la venta de los libros de Rubén Darío sirve para financiar los gastos de su estancia en Sevilla, donde vive con su madre y cursa el 5º grado en el colegio San José Obrero”.
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Para tener una idea de lo que es la vida de este niño de once años, explica Iwasaki, “cada quince días recibe quimioterapia intravenosa y refuerza diariamente con otras dosis de mantenimiento en comprimidos, y así, durante sus ateridas vigilias, lee, hace los deberes y escribe sin pausa, ‘porque cuando escribo es como si no estuviera enfermo’”.
La novela que está escribiendo actualmente se llamará: “Mi ajolote y yo” y tratará sobre cómo las mascotas pueden ayudar a los niños a combatir el acoso escolar. El ajolote es una especie de lagarto anfibio originario de México y su palabra castellanizada proviene de una lengua aborigen del lugar: “axolotl”. Sus libros se pueden comprar a través de su página web: www.rubenavalos.com. Lo llamativo de este caso es que siempre que los grandes escritores hablaron sobre su inclinación hacia la escritura, hablaron de una suerte de “necesidad” o de impulso vital que les empujaba a escribir. Se le suma ahora este testimonio de quien encuentra en la escritura no solo un sostén para su estado de ánimo, sino también como una manera de neutralizar los dolores físicos. Pero una prueba de que no se trata de una “chiquillada” es que Rubén Darío Ávalos fue invitado a la última edición de la Feria del Libro de La Rinconada (Sevilla), donde estuvo firmando sus libros al lado de gente de la talla de Javier Cercas, Eduardo Menricutti, Eva Díaz Pérez, Juan Carlos Méndez y Edmundo Paz Soldán, además de mantener encuentros con sus lectores.
La crónica de Iwasaki se cierra con una frase conmovedora: “El poeta del verso azul y la canción profana estaría orgulloso de su pequeño tocayo de Encarnación, el Rubén Darío paraguayo”.
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