Escuchando a la gente

Si hay algo que otorga la experiencia de la radio es la sensación de inmediatez con los hechos. Sentados por horas ante un micrófono, los oídos se convierten en ojos porque con la descripción en los relatos, con los testimonios, uno no puede más que visualizar mentalmente cada una de las situaciones por las que atraviesa la gente. No en balde el video no ha podido matar a la radio.

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Hay algo que también queda fuertemente visualizado al escuchar tantas experiencias: la impotencia.

Sacar un documento en una institución pública es un calvario; no solo puede insumir cuatro a cinco horas –es decir, se pierde una jornada de trabajo– sino que además todo depende del funcionario más corrupto que generalmente también ocupa el cargo más relevante. Lo menos importante es la gente.

Los responsables del ministerio de Obras Públicas o de la Municipalidad se proponen hacer obras de mejoramiento vial. Se supone que se planifica, se implementa. Todos queremos obras de este tipo, todos queremos que nuestro país salga de la rudimentaria red de carreteras, todos queremos caminos para movilizar la producción y el comercio, todos queremos calles y avenidas que nos ayuden con el caótico y enfermizo tránsito citadino. Cuando se implementa algún proyecto, se empieza obstruyendo unilateralmente el paso a los vecinos del barrio; se impone un verdadero infierno a frentistas de la obra, se condena a comerciantes a clausurar sus comercios. Lo menos importante es la gente.

Se recicla un intento de modificar la composición de los miembros de la Corte Suprema de Justicia. La sensación es que se abrió el mercado de votos. No pasaron 24 horas y hasta ya se conocen los montos: 30.000 dólares para un directorio partidario; 200.000 para los senadores que deciden. La necesidad de justicia de la gente es lo menos importante.

Un extraño y confuso caso ocurre en una ciudad de frontera. Un vehículo desconocido, que contenía una poderosa ametralladora artillada en su interior, es localizado, perseguido y obligado a cruzar la línea fronteriza, repeliendo lo que parece ser un atentado contra poderosos. La policía local asegura que sus efectivos fueron quienes se enfrentaron con los malvivientes. El comisario se ríe de los periodistas cuando consultan si se ha identificado a los presuntos autores. Pronto surgen imágenes que desmienten rotundamente la posición policial: guardias de seguridad de un poderoso empresario, supuesta eventual víctima, son los que en realidad repelen el ataque, advertidos, eso sí, por policías amigos. Los efectivos no tienen ni los armamentos ni la logística de los guardias privados. El comisario se ríe de las preguntas de los periodistas. Nadie se acuerda de que un chico de apenas 17 años quedó en medio de los balazos, en una guerra ajena, absurda, entre contrabandistas de armamento vinculados a narcos. Él pierde la vida porque no sabía que lo menos importante es la gente.

La radio da la posibilidad de explorar de primera mano la realidad de nuestra sociedad. Nos desnuda un Paraguay que preocupa, que duele, que atemoriza. Un Paraguay que debemos rescatar de las garras de la infernal burocracia, las violentas mafias organizadas, la clase política profundamente corrupta, la indiferencia de los egoístas. Reaccionemos, porque todo indica que estamos a punto de quedarnos sin futuro.

ana.rivas@abc.com.py

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