Escuela de mal ejemplo

Este artículo tiene 9 años de antigüedad

No sé si es una simple percepción, pero creo que la prensa no tiene motivo para enorgullecerse tanto por las investigaciones de casos de corrupción que casi siempre terminan en el olvido o en el perdón.

Estoy tentado a pensar que los casos que saltan, ya sea en espacios de la prensa o en dictámenes fiscales y de contraloría, se están convirtiendo en un simple show de mala calidad para distraer la atención de los inamovibles y pasivos ciudadanos en vez de motivarlos a ser actores vigilantes de una buena administración de los bienes públicos.

Si tuviésemos que hacer una pirámide de la actitud del público solamente con relación a los casos de corrupción ventilados (porque los no ventilados deben ser más) creo que cuantitativamente hablando, una minoría debe estar en la punta con un activismo permanente de denuncia, apoyo, seguimiento, escrache, movilizaciones, al estilo de Kattya González.

En el medio estarían algunos medios de comunicación interesados en las investigaciones periodísticas serias sobre hechos, situaciones y estado de corrupción; por debajo de los mismos estarían la Fiscalía, la Contraloría y la Justicia Ordinaria y en la base una ciudadanía adormecida a la cual sostiene inclusive un poco más abajo un sector social interesado en mantener contacto y alianza política con los corruptos que van emergiendo, inclusive con los que van “cayendo”.

La forma en que se construye esta pirámide social desde una perspectiva de la corrupción, tanto pública como privada, es la que a mi modesto entender presiona e incide con el mal ejemplo sobre la educación de los niños y jóvenes teniendo como consecuencia comportamientos acordes a los antivalores en vez de afines a los valores que se busca pregonar a través de la educación formal y familiar.

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El resultado de todo esto es que la corrupción sale ganando porque lo ideal sería que en la punta de nuestra pirámide se encuentre una implacable justicia, por debajo de la misma una prensa vigilante, sostenida por una ciudadanía participativa y exigente a la cual sostiene una educación formal crítica y capaz de formar a jóvenes comprometidos con principios y valores éticos, acompañados por adultos forjadores y luchadores por los mismos ideales.

A la vista de todo el mundo está la consecuencia de la pirámide con protagonistas instalados fuera de lugar: en la cima, una elite basura salpicada por los más sorprendentes sucesos de cohecho, soborno, perversión y estafa, sostenida en la base por un segmento social capaz de sostenerla, inclusive a costa del sacrificio diario y permanente de vivir en la extrema pobreza, el olvido y la marginación, excepto en vísperas de elecciones.

Qué fuerza puede tener la escuela, el colegio y la universidad sobre la mente de los niños y los jóvenes cuando la elite basura es la estrella de nuestras pantallas, flashes, espacios y tapas como si fueran los grandes señores y señoras del bien y del mal que generalmente resultan triunfadores en sus luchas con todas las armas legales que pone a su disposición la democracia, en especial las elecciones libres.

El mal ejemplo gana casi siempre. Esa es la escuela a la cual asistimos todos y como no todos tienen la suerte de vivir en un clima de buena educación familiar y asistir a las mejores escuelas, la mentalidad que se impone es “el fin justifica los medios”, sin importar los valores, la reputación, la honra, la legalidad, las instituciones, la vida misma de los demás.

El fracaso radica en que cada vez hay más paraguayos que buscan formar parte de esa elite corrupta. Y a pesar de la gentileza de nuestras audiencias que no nos abandonan, tal vez estemos perdiendo esta guerra desde las trincheras del periodismo. Añembo’e hína ajavy haguã porque ndaijukýi ko asunto.

ebritez@abc.com.py