Aquellos que circularon por lo menos alguna vez por la “jungla” que es San Lorenzo, donde se aplica la “ley del más fuerte”, del “sálvese quien pueda”, sabe que en el microcentro sanlorenzano debe, sí o sí, ir sorteando obstáculos de toda laya. Esto implica esperar mucho tiempo en filas para cruzar la ciudad; soportar el asedio de “zorros” coimeros, esquivar pozos, agua servida, basura, cartelería, vendedores informales que usurpan la vía pública, automóviles estacionados en doble fila y en bocacalles, y aquellos vehículos que circulan a contramano, en especial motos y bicicletas.
A toda la detallada odisea que implica el paso por la “Ciudad universitaria” se sumó desde enero el estacionamiento tarifado y controlado. El único fin que persigue es recaudar y, con ayuda de agentes de la Policía Municipal, solo están a la pesca permanente de supuestos infractores para aplicar multas por estacionar sin haber adquirido la boleta respectiva o pisar la franja pintada.
Multar es el verdadero negocio, ya que el monto aplicado va desde un jornal mínimo hasta 10 jornales mínimos. De lo recaudado, el 77 por ciento es para la empresa argentina.
El improvisado sistema de cobro de estacionamiento tarifado también está matando el comercio porque ahuyenta a los clientes.
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Considerando la forma como está siendo implementado el estacionamiento controlado y tarifado en San Lorenzo, no queda lugar para dudar que representa una nueva estafa a los ciudadanos, propiciado por el propio intendente Albino Ferrer (colorado cartista) y los concejales. Solo con la acción organizada por ciudadanos se podrá desbaratar el nuevo negociado.
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