La primera ola democrática se dio en el período 1828 y 1926 impulsada por el avance liberalizador de la revoluciones francesa y norteamericana. El autor considera el ascenso de Mussolini al gobierno fascista de Italia en 1922 como el fin de la era y el inicio de la contraola.
La segunda ola arranca en 1945 con el fin de la guerra mundial y termina en 1960 con un período muy breve por las dictaduras reinantes entonces en América, Asia y África. Nuestra “primavera democrática” del gobierno de Higinio Morínigo, se inscribe dentro de esta etapa, pero como se sabe duró apenas seis meses.
La tercera ola se inicia con la Revolución de los Claveles en 1974 con el levantamiento militar del 25 de abril de 1974 que provocó la caída de la dictadura de Zalazar en Portugal desde 1926. Llega desde el Mediterráneo a América Latina y concretamente en Paraguay en 1989, con la caída de Stroessner.
Significa esto que en todo el mundo la democracia tiene un comportamiento dinámico de ida y de vuelta, aún cuando los pueblos donde se instala como sistema cuenten con vigorosos desarrollos electorales y fornida cultura política. No importa dónde ni cuándo, la democracia no es un sistema sin retorno o sin marcha atrás en ninguna parte.
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Sin que Latinoamericana se haya desprendido totalmente de sus dictaduras antiguas, como Cuba, brotaron algunos regímenes populistas autoritarios, como Venezuela de Chávez y Maduro, Nicaragua de Daniel Ortega, Argentina de los Kirchner, Bolivia de Evo Morales y Ecuador de Rafael Correa. Algunos analistas colocan esta situación en la tercera contraola, pero otros hablan de la “Primavera Árabe” como la cuarta ola democrática.
En estos países con populismo autoritario, la democracia llegó a un punto de inflexión donde, con el pretexto de profundizar y ampliar sus efectos, los líderes de turno recurren a la demagogia y el subsidio hasta arruinar totalmente el aparato productivo y toda la economía, desembocando finalmente en escandalosos hechos de corrupción, inflación difícil de controlar y restricciones a las libertades públicas, en especial la libertad de prensa y expresión.
Nos preguntamos ¿terminó también en Paraguay la tercera ola después de 28 años de libertad? La democratización se estancó y va adquiriendo la forma hueca de una democracia de ficción, donde se cumplen cínicamente las formas, pero con una absoluta carencia de contenido en valores. Esta situación equivale a un retroceso, que equiparado al pensamiento de Huntington, representaría el ingreso a una etapa de “ola inversa” de la democracia, o sea jaguevi hina.
¿Es posible evitar en nuestro país una ola inversa de la democracia que nos lleve a repetir la triste y dolorosa experiencia sufrida durante la dictadura stronista, o algo igualmente repudiable? Todo dependerá del papel que la ciudadanía pretenda cumplir a partir de ahora en el proceso electoral, camino a las elecciones de 2018.
Como los partidos políticos dejaron de cumplir su rol mediador entre la sociedad y el Estado, es necesario impulsar candidaturas desde la ciudadanía que garanticen una mejor representación política y una gestión ajustada al Estado de Derecho y al régimen constitucional.
En ese sentido, las posturas que van teniendo actores políticos y candidaturas como las de Kattya González, Paraguayo Cubas y Celso Maldonado (Kelembu), Carlos Mateo Balmelli y otros que buscan despertar y alentar a la gente con respecto al futuro de la nación, deberían merecer atención y seguimiento, ya que no existe otra salida más que la ciudadanía se encargue de tomar las riendas para salir del pozo y continuar avanzando en nuestro proceso de democratización.
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