Evolución y desarrollo humanos

El pasado miércoles 22 del presente mes, la revista científica “Nature” ha publicado los sorprendentes resultados del análisis de un hueso de una niña, hija de madre y padre pertenecientes una y otro a dos especies humanas diferentes, a la especie neandertal y a la de los denisovanos. La madre y el padre vivieron hace más de 50.000 años. El hueso de la hija fue encontrado el año 2012 en Siberia, en la cueva Denisova de las montañas Altal de Rusia. Ambas especies (neandertal y denisovanos) desaparecieron suplantadas por los humanos primitivos de nuestra especie hace aproximadamente 40.000 años (El Mundo, 22-08-18).

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El hecho que reporta esta noticia da para pensar sobre la evolución, el desarrollo humanos y su mejor motor, el amor con sus infinitas formas de manifestarse y sus múltiples fecundidades.

Aludo a Teilhard de Chardin, entre los grandes antropólogos, para recordar una de sus convicciones fundamentales, expuesta brillantemente en su famoso libro “El fenómeno humano”: los seres humanos estamos en permanente evolución, no estamos acabados ni definitivamente hechos. Estamos inmersos en la “antropogénesis”, en el itinerario del constante y progresivo perfeccionamiento humano.

La humanidad descubrió la educación, es decir, el modo de ayudar a sus criaturas a desarrollar sus potencialidades, genéticamente embrionarias, para que desarrollándolas puedan crecer en todo más y más y ser capaces de superar necesidades, enfrentar las exigencias de la vida y plantearse y alcanzar metas superiores.

En la entraña humana está la semilla de la superación. Ayudarle a germinar, brotar, crecer y fructificar es tarea primero de la educación, después es responsabilidad personal de cada uno. La evolución humana puede acelerarse, frenarse o destruirse con nuestra intervención, podemos incluso involucionar. Mientras hay científicos investigando cómo desarrollar y evolucionar la capacidad de pensamiento de nuestro cerebro, creando un nanochip que se injerte en el cerebro y multiplique exponencialmente nuestra capacidad y velocidad del pensamiento, al mismo tiempo existen políticos que invierten sumas astronómicas de millones de dólares para producir bombas atómicas, de hidrógeno y químicas para destruir a la humanidad y el planeta.

La neuroética está demostrando que nuestro cerebro viene equipado con neuronas que favorecen comportamientos positivos para el desarrollo de la vida, así como hay neuronas que alertan ante comportamientos que la amenazan o destruyen y hay otras neuronas y hormonas que impulsan y procesan el amor y la inteligencia y vivencias espirituales de nivel superior.

Si la educación familiar y escolar se contentan con facilitar a niños y niñas conocimientos de saberes funcionales y de introducción a las diversas ciencias para que aprendan a trabajar y vivir en busca de éxitos inmanentes y placeres sensoriales, el desarrollo humano tendrá sus alas recortadas y su evolución será lenta y escasamente biológica. Si continuamos con una educación estancada, los futuros paraguayos parecerán de una especie humana lejana, mucho menos desarrollada que la especie de quienes hayan injertado en sus cerebros nanotecnologías de inteligencia artificial, por citar un indicador entre los que revolucionarán el desarrollo humano en el futuro próximo.

Ahora estamos jugando el partido de la convivencia y del futuro en las canchas de la corrupción, la inseguridad, las violencias, la producción y comercialización (narcotráfico) de productos involutivos de la humanidad, como son las alienantes drogas que esclavizan en la adición y destruyen el sistema nervioso. Es hora de revertir el itinerario e invertir definitivamente en los recursos que conducen al desarrollo humano integral, para vivir y gozar en las canchas de la justicia, la equidad y la paz.

No hace muchos años, estuvo de moda hablar del “nuevo orden mundial”. La moda pasó, pero el mundo continúa gravemente desordenado destruyendo el medio ambiente, dejando morir de hambre a más de 40 millones de niños cada año, con distribución de la riqueza radicalmente desequilibrada con el 1% de la población mundial que posee tanto como el 99% restante, la desigualdad laboral entre varones y mujeres, etc.

Si la humanidad no cambia su modelo de desarrollo y la ruta de su evolución, la humanidad será un monstruo que traiciona a las ciencias y las pone al servicio de una trágica cultura de la muerte. Educación y política humanizadoras o autodestrucción.

jmonterotirado@gmail.com

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