Fragilidad del amor

Si el autor del “Cantar de los cantares”, joya de la literatura universal, tuviera que escribir ahora ese libro de la Biblia, inspirándose en cómo la mayoría de las parejas vive actualmente el amor y cómo amamos en la mayoría de nuestras relaciones humanas, ciertamente no diría que “el amor es más fuerte que la muerte” y que “ni los torrentes de aguas caudalosas podrán apagarlo”. Estoy de acuerdo con Zigmund Bauman y su libro “El amor líquido”, en el que afirma que en las sociedades actuales influidas por el capitalismo los vínculos del amor no son sólidos; son frágiles, líquidos, se liquidan y rompen rápidamente.

Cargando...

En realidad, el amor en sí no es frágil, es fuerte: Dios es amor, el amor de Jesús de Nazaret es tan fuerte como para perdonar a los verdugos que lo crucificaban; María su madre, amó con fortaleza excepcional a Jesús, firme hasta al pie de la cruz. La fragilidad no está en el amor, sino en nuestro modo de amar, y dicho con más precisión, en la constitución y subdesarrollo de nuestra afectividad. Por algo en psicología existe la especialidad de la psicopatología de la afectividad.

Los hechos lo confirman cuantitativa y cualitativamente. Todos los días diarios impresos, información por emisoras de radio, televisoras, revistas “de corazón” y chismes nos abruman con escándalos de abusos y trastornos afectivos, con desequilibrios incluso delictivos y criminales, hasta la explotación sexual de niños, violaciones de niñas, niños, mujeres, feminicidios, divorcios y conflictos familiares, conflictos violentos de luchas por el poder, terroristas y sus padrinos, crueldades de dictaduras como en Venezuela, asesinatos, destrucción de niños y jóvenes con drogas, consumidores compulsivos de alcohol y drogas, uso de bombas químicas, amenaza de bombas atómicas y de hidrógeno, etc.

Evidentemente, mirando a vista panorámica nuestras sociedades, es inevitable concluir que nuestra afectividad está gravemente enferma y desequilibrada.

El pasado 18 de enero supimos que la primera ministra británica Theresa May creó el Ministerio de la Soledad, poniendo al frente a la ministra Tracey Crouch, para enfrentar la compleja situación de nueve millones de personas del Reino Unido que viven solas y representan el 13,7% de la población. En contraste con esta noticia, podemos observar que nunca la humanidad ha tenido tantas facilidades para comunicarse a distancia y presencialmente por la disponibilidad de medios de comunicación con que contamos en la actualidad.

A partir del análisis sociológico de Bauman, podemos encontrar pistas del problema. El individualismo propio de la ideología capitalista se ha infiltrado hasta la médula de nuestros huesos, se ha exacerbado y destruye los tejidos sociales que puede construir la afectividad. La afectividad se ha introvertido y se ha traducido sutilmente en formas cristalizadas de egoísmo radical.

El consumismo ha pasado de ser una conducta a ser un modo de ver la realidad. Todo es objeto de consumo; también la pareja, y mientras me gusta y me produce algún o mucho placer, yo estoy dispuesto a dar algo por ella. Cuando no me gusta y no me produce tanto placer, busco en el mercado otra pareja que me lo ofrezca, y yo estaré decidido a adquirirla. No hay compromisos.

El internet me ha acostumbrado a buscar estímulos (información, imágenes, música, arte, personas…) que me satisfagan. Puedo encontrarlos y dejarlos con facilidad. No mantengo relaciones, simplemente hago “conexiones” cuando me conviene y me sirven. Ese dinamismo relacional terminamos trasladándolo fácilmente al campo de las posibles relaciones personales.

En el fondo, el ritmo vertiginoso de vida, la infinidad de estímulos efímeros, el exceso de actividades de los padres sin tiempo cálido y abundante para los hijos, nos dejan en estado de carencia afectiva. Y una afectividad carenciada, con superficialidad de los contactos, con la visión consumista de cuanto me rodea y desde un individualismo egocéntrico… dejan enferma y peligrosamente debilitada nuestra afectividad.

A todo esto se añade que ni la educación familiar, ni la educación escolar se han planteado formalmente la educación de la afectividad. La educación escolar la presupone, la atiende en la educación inicial, pero todavía en nuestros diseños curriculares la educación y desarrollo de la afectividad no ocupan el espacio que merecen y necesitan.

jmonterotirado@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...