¿Fuego o luz?

Un par de años atrás y en procura de ver reparado el “democrático” error en el que incurrieron los gobiernos posdictatoriales, hice notar al intendente de entonces que desde el “golpe de la Candelaria” el Panteón Nacional de los Héroes había quedado sin su llama votiva. Después de escuchar el consabido “… ¿mba’e pio péa?” como respuesta, expliqué al Lord Mayor que desde la antigüedad, los seres humanos fuimos impactados por el fuego. Impacto que los griegos de antes lo usaron para honrar a sus ancestros con una fogata que ardía en los hogares desde el amanecer. Así como hasta hoy persiste la costumbre de prender velas a los muertos y …cuando empezaba a notar una mueca de impaciencia en mi empinado interlocutor, rematé:

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- Es que el gas que alimentaba la llama del Panteón lo donaba un amigo de Stroessner y ahora hay que comprarla. Y nadie lo hace.

Así de triste es la verdad. La llama votiva instalada cuando el Sesquicentenario de la Independencia Nacional en el año 1961, se apagó “con la libertad” en 1989. Por lo que nuestros amados próceres quedaron sin gas y sin el ardiente símbolo con el que pretendíamos “purificar su sacrificio”. Unos días después de aquel fructífero diálogo, sin embargo, la “alta autoridad comunal” me anunció triunfal:

- ¡Ya tenemos otra vez la llama votiva!

- ¿Compraron el gas?, atiné a preguntar.

- ¡Nooo! –me dijo– Le hicimos una extensión eléctrica a la lámpara y ahora prendemos un foquito nomás.

Fue inútil argumentar que el valor de símbolo lo aporta el fuego, no la electricidad. Que el homenaje se concreta con la llama y no con la resistencia de un filamento o apretando una perilla. Ignoro si transcurridos algunos años, “el foquito votivo” sigue encendido en el Panteón, o si se quemó. Pues nunca puede escudriñarse del todo los extraños vericuetos en los que incurre la burocracia.

El incidente me recordó una visita realizada a la Embajada de la República del Paraguay en una ciudad europea. Fue en un 14 de mayo y el embajador era un gran intelectual paraguayo, considerado un paladín de la lucha contra la tiranía. Caminando casualmente frente a la sede diplomática, la vi cerrada. Pregunté al agregado cultural que me acompañaba, si no realizaban ninguna recordación a la Independencia Nacional. Me contestó:

- No recibimos los rubros de la Cancillería.

- Y ¿…para reunir a los funcionarios, izar la bandera y cantar el Himno Nacional, necesitaban rubros?, indagué.

- Esos son tus criterios … dijo el diplomático secamente y cerró la ventanilla de la comunicación.

En el 2011, también nos emborrachamos de “vy’a guasu”, pero tras la resaca, nos restregamos los ojos y enormes recursos se habían disipado sin que tengamos siquiera un solo sitio histórico recuperado. Los 84 miembros de la Comisión creada por Ley de la Nación no se preocuparon mucho del tema. Ahora, estamos “conmemoraaando hína” el Sesquicentenario de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, y aunque ya no tenemos 84 miembros en la Comisión, tampoco hay “vy’a guasu” ni recursos para hacer nada. Pero al replantearme la idea de izar la bandera y cantar el Himno en cada ocasión que nos recuerden las efemérides históricas, me doy cuenta de que justamente se canta el Himno y se ama la bandera cuando sabemos lo que significan y asumimos las poderosas razones por las que somos paraguayos. Y es cuando la gente tiene sitios donde abrevar de la historia y de los bellos ejemplos de coraje y dignidad que nos dejaron nuestros mayores.

Pero como nuestro comportamiento es consecuencia de lo mucho que ignoramos de todo eso, hoy tenemos a muchos jóvenes que creen que el Mcal. López es el nombre de un shopping y la bandera nacional es la de Olimpia o la de Cerro. Y si seguimos por el camino en el que nos vamos “desencontrando”, dentro de poco otros creerán que a los paraguayos nos hicieron en un laboratorio. Que vinimos desde una lejana galaxia o nacimos de un huevo.

O peor … algunos querrán simplemente: “¡Que la gente decida!”

jrubiani@click.com.py

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