Incluso no es ilógico pensar que si Camacho no hubiera tenido esos segundos de gracia y metros libres para despachar el zurdazo que terminó en gol, el marcador en blanco se pudo haber impuesto en el primer clásico del año.
Un poco mejor Cerro en el inicio, aunque Olimpia siempre amenazó con el tándem Camacho-Cuero a la zona de Arzamendia y Pallas.
El primer punto de inflexión se originó en el blooper de Patiño, al que su excompañero en Guaraní Alfredo Aguilar lo salvó de la hoguera al desviar el penal pateado por Churín.
Desde allí se frenó el Ciclón, Camacho puso en ventaja al Decano y los nervios, las imprecisiones, todo esto en medio de un agobiante calor, arrojaron al juego a un áspero terreno del que ya nunca más iba a salir.
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Porque entre las clásicas frases, aquella que reza que a estos partidos “hay que ganarlos, no jugarlos”, fue casi el estandarte de un Olimpia que entendió perfectamente que la tarde no estaba para lujos ni audacias.
Ganarlo sí, jugarlo... otro día. Un mensaje que resume bien las posiciones de Julián Benítez y Brian Montenegro, muy cerca de Otálvaro y Díaz, para cerrar los costados a un Cerro que renunció a transitar por los mismos ante la errónea decisión de Zubeldía de enviar muy rápido a Insaurralde y Rojitas a las duchas.
El DT azulgrana aún no administra bien la limitación que le impone el cupo de extranjeros a la hora de mover el banco, y Pallas, que siempre sobrevive a esa contingencia, terminó jugando en la misma línea de Churín y Oviedo, con Aguilar y compañía buscando a puro bochazo acercarse al arco franjeado.
Verón reforzó el muro de Garnero, Sánchez y Otálvaro sacaron al equipo con sus fortalezas físicas en contras que nunca terminaron bien y Richard Ortiz ratificó en esa complementaria que es hombre de clásicos.
Ganarlo ya, jugarlo en otra ocasión, decía Leguizamón revoleando el balón a la Preferencia.
En Cerro solo Rodrigo Rojas estuvo a la altura de la causa, lo de Palau fue una decepción y tanto Alfio como Churín se ahogaron en el embudo defensivo franjeado.
El 1 a 0 fue una estampa de la tarde de sábado en Sajonia, con la alegría franjeada de tomar una amplia distancia sobre el eterno rival en la tabla de posiciones.
Para Cerro es un alivio que el juego copero ante Defensor esté tan próximo, ya que todavía no se advierte una línea de juego que garantice resultados importantes en este arranque de la era Zubeldía.
Estéticamente discutible, pero en el practicismo irreprochable, es que como en tantos superclásicos anteriores, se impuso el deseo de ganarlo como sea, el jugarlo quedará para otro momento, ese fue el gran secreto del triunfo franjeado, en un choque espeso y con muy pocos momentos para resaltar desde lo emotivo.
federico.arias@abc.com.py