28 de Junio de 2018
| BANCA CIUDADANAGuerra declarada antes de la asunción
El Gobierno que asumirá formalmente el próximo 15 de agosto ya tiene encima el anuncio del presidente del partido de que la bancada oficialista en el Senado está dividida, sumada a la actitud amenazante del presidente saliente, quien ya olvidó su promesa de colaborar desde el lugar que le toque.
El presidente electo Mario Abdo Benítez debe definir a la brevedad (aparentemente ya lo hizo) quiénes serán aliados y quiénes serán enemigos en su administración.
La decisión del presidente Horacio Cartes de retirar esta semana la renuncia que había presentado tiene un par de lecturas. Por un lado, la admisión de que la falta de mayoría en el Senado para que pueda asumir como senador es irreversible. Por otro lado, es un anuncio de que la relación con Abdo Benítez será, a partir de ahora, a cara de perro.
Terminadas las elecciones nacionales del 22 de abril pasado, que significó también el fin de la efímera paz partidaria colorada, el debate en el equipo ganador fue si Cartes era más peligroso dentro o fuera del Senado.
Quienes sostenían (y todavía sostienen) que era mejor que estuviese en el Senado señalaban que era una forma de tenerlo con algún compromiso partidario y advertían que, desde afuera, se convertiría en un conspirador sin ningún freno y con mucho resentimiento. Además, sostenían que el Senado sería un lugar incómodo para alguien no acostumbrado a debatir, que además se había creado enemigos irreconciliables que intentarían humillarlo y dejarlo en ridículo.
En cambio, los que consideraron que era mejor no respaldar su juramento como senador sostenían que sería dejarle conservar mucho poder, revestido de un cargo que le daría mayor visibilidad e influencia.
Más allá del resultado de esta evaluación, que evidentemente concluyó en que era menos riesgoso dejarlo afuera, no hubo dudas sobre el hecho de que tanto adentro como afuera del Senado, Cartes no era un aliado confiable.
La pregunta es ahora cuáles son las posibilidades reales de Cartes para desestabilizar, o al menos molestar, al gobierno de Abdo Benítez.
En materia de votos, se verá a partir del 1 de julio (en realidad ya se está viendo desde ahora) que varios legisladores abandonarán la nave cartista para declarar su respaldo de manera más o menos convincente al nuevo tendota, con la esperanza de cazar parte del banquete del nuevo poder o siquiera algunas sobras.
El cartismo, en tanto, jugará a partir de ahora y a mediano plazo con la misma estrategia que lo hizo en su momento Abdo Benítez: juntar en sus filas a todos los descontentos con el gobierno.
La diferencia es que Cartes se apuró demasiado en mostrar las garras, debido a su obsesión por asumir la senaduría, constituyéndose de forma muy anticipada en un opositor al nuevo gobierno.
El líder de Honor Colorado tendrá más difícil construir mayoría, debido al recelo que despierta en los sectores de la oposición.
Según algunos cálculos políticos, en el Senado, un espacio clave para construir o minar la gobernabilidad del Ejecutivo, el Mandatario, que estará afuera de ese ámbito, no podrá contar con más de 5 o 6 leales. Y aún ese número es dudoso porque a algunos los deberá mantener con mucha “generosidad”.
Esa cantidad le puede servir para crear problemas siempre y cuando tenga la capacidad de aliarse con otros sectores. Algo que, al menos en los primeros meses, le será muy difícil.
Mucho dependerá de la muñeca política de Abdo Benítez, sobre todo de su capacidad de consenso en el Congreso, para lograr resultados en su primer año y así poder minimizar los efectos de la guerra que el Mandatario saliente le promete desde antes que asuma.
mcaceres@abc.com.py
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